Ni presupuestos, ni elecciones catalanas, ni fusiones bancarias, ni reyes o repúblicas, lo único que anima el espectáculo político es la guerra del Covid19.
Visto que el Covid19 va para largo, los partidos políticos españoles han decidido que ese será el campo de batalla de los próximos meses -por lo menos hasta el verano que viene- y que no habrá otro motivo de discusión real a no ser que se convoquen ya las elecciones catalanas.
El ariete de Pedro Sánchez en el combate del coronavirus se llama Salvador Illa y su fiel escudero Fernando Simón -que no es médico ni es nada según Esperanza Aguirre aludiendo a que no hizo el MIR- mientras que la contrincante elegida por Pedro Casado se llama Isabel Díaz Ayuso. Y en esas estamos. No se trata tanto de quitarle al PP la fortaleza madrileña ya que cualquier pacto con Ciudadanos sería vetado por Pablo Iglesias, sino de mantener el espectáculo en marcha con la ayuda de las televisiones y de los grandes medios de comunicación.
No importa lo que ocurre en Andalucía, Castilla y León o Murcia, también gobernadas por el PP, porque no son combates con el suficiente contenido mediático que necesitan Sánchez y Casado para tapar sus propias vergüenzas. Tuvieron la noticia espectáculo de la huida del ex Rey Juan Carlos I de España pero la segunda oleada del virus se lo comió, ya no daba más de sí.
En estas nueva ración de política ficción los dos rivales no tienen más remedio -animados por sus jefes de filas- que subir el pistón de sus enfrentamientos sabedores Illa y Ayuso que todo el mundo les está observando y que su futuro político depende del resultado final del enfrentamiento.
Si Salvador Illa quiere ser el próximo candidato de del PSC en Cataluña cuanto más antimadridismo practique mejor, y si hace falta se acusa, como ya lo ha hecho, de tachar de falsos los datos que le transmite la Comunidad de Madrid, algo bastante peligroso porque pondría en duda el propio funcionamiento del sistema autonómico español.
Por parte de Ayuso, cuanto más golpes propine a Sánchez en la cara de Illa más se retrata como la única dirigente del PP capaz de poner en jaque al gobierno socialista. Su posición es evidentemente más débil que la de su contrincante porque Esperanza Aguirre, esa que tanto le defiende ahora, le dejó en herencia una sanidad hecha un desastre que ha saltado por los aires con la pandemia, algo muy difícil de solucionar ahora.
Si los ciudadanos madrileños no han saltado todavía por el mal funcionamiento de la sanidad pública es porque la mayor parte de ellos sigue confiando en ella, casi como una cuestión de fe, y porque no tienen dinero para pagarse una medicina privada. Es un secreto a voces que antes de pandemia gran número de ciudadanos tenían su seguro sanitario privado y que eso servía para tapar en parte las carencias de la pública.