En los últimos siete días, el resultado de las elecciones norteamericanas, con todas las incógnitas que tiene asociadas, está dejando paso a una creciente corriente que presume que el resultado dará un vuelco y que los tres poderes pasarán a estar bajo control de los demócratas.
Las encuestas dan a su candidato como muy probable ganador, reduciendo el riesgo de que las dudas sobre el resultado puedan ser suficientes para que el presidente se atrinchere en la Casa Blanca a la espera de una resolución judicial. La clave está en los ocho estados que se consideran de difícil pronóstico y que totalizan 134 votos electorales, la mitad de los cuales corresponden a Texas (38) y Florida (29).
De los 270 necesarios para obtener la victoria, las encuestas dan 207 votos seguros al demócrata y 72 muy probables. Podría dar el Tribunal Supremo los 134 en disputa al republicano, si es que este finalmente discute el resultado, que no sería suficiente. A este festival demócrata, se sumaría recuperar el control del Senado, algo que parecía más complicado y retener la Cámara de Representantes.
EL YUAN, RESPUESTA MAS VISIBLE
Con este estado de cosas, los mercados tienen dos semanas para prepararse, de modo que tendremos ese tiempo para analizar lo que puede cambiar para la economía y los mercados un absoluto dominio demócrata tras los tormentosos cuatro años del republicano.
De momento, el yuan está siendo una de las respuestas más visibles a este cambio de expectativas que ya se inició la primera semana de octubre, y que se ha ido consolidando con el paso de los días. Eso no quiere decir que los mercados esperen un cambio de fondo importante en la relación con China, pero si esperan un tono menos belicoso y eso es lo que refleja el apetito por la moneda china.
LAS CONSECUENCIAS
Un dominio demócrata de los tres poderes, que es lo que está empezando a descontar el mercado, será positivo para los mercados de valores y previsiblemente también para el dólar, pero no lo será tanto para los bonos, que tendrán que descontar un mayor deterioro de las cuentas públicas. Los demócratas plantean medidas de apoyo a trabajadores, pequeños negocios y a los gobiernos locales y estatales más afectados por la pandemia, en una magnitud que triplica el importe de los republicanos, y aunque se proponen financiar ese mayor gasto con alzas de impuestos a los salarios más altos y a las empresas, prácticamente ningún país está en estos momentos plateando incrementos de impuestos a la espera de que la evolución del virus lo permita.
Esto nos lleva, al menos, hasta el próximo verano sin que los actuales sistemas de apoyo fiscal se vean cuestionados y donde el concurso de los bancos centrales seguirá siendo la financiación de los déficits y el mantenimiento de los tipos de interés en sus actuales niveles. La asistencia fiscal y monetaria solo empezará a reducirse conforme la economía empiece a recuperarse y será entonces cuando habrá que preguntarse cómo se hará frente al enorme nivel de deuda acumulada con un crecimiento que seguirá siendo muy modesto por las mismas razones que lo ha sido hasta la llegada del Covid: envejecimiento de la población y decreciente productividad.
Si las encuestas yerran, y el poder en EE.UU. continúa dividido, los estímulos fiscales serán más modestos y los mercados habrán de ajustar sus expectativas a un entorno más incierto. Entonces el dólar lo reflejará con más debilidad.