Si Bildu no fuera un partido democrático no estaría en las instituciones de España. No tendría cinco parlamentarios en el Congreso y 21 diputados en la Cámara legislativa vasca, ni sería la segunda fuerza política en Euskadi, muy por encima del PSOE y del PP. No se presentaría a las elecciones generales y lograra 280.000 votos y no sería la segunda fuerza en el País Vasco y la primera en Guipúzcoa con 250.000 sufragios en los comicios autonómicos.
Su existencia actual y su fuerza política en Euskadi es indiscutible. Lo son sus orígenes, como lo eran loos de Herri Batasuna y los de la violencia asesina de ETA. Ahí está la diferencia con el resto de los partidos políticos. Diferencia que se quiere poner como muro imposible de salvar para iniciar y firmar cualquier tipo de acuerdo con el actual gobierno de coalición. Bildu aparece como la excusa perfecta para intentar que no salgan aprobados del Congreso los Presupuestos Generales del Estado pese a saber que sin ellos no habrá ayuda europea para sacarnos de la situación económica en la que nos encontramos.
Con Bildu en el escenario encuentra el Partido Popular la mejor de las excusas para paralizar la incipiente negociación para renovarlos órganos de nuestra Justicia, desde el Consejo General del Poder Judicial a los altos Tribunales y su composición. A la organización vasca se le cierra un camino que tiene de todo menos de democrático. Le ocurre algo parecido a lo que le pasa a Vox, se le necesita pero causa vergüenza en los necesitados.
Mezcla de marxismo leninismo y humanismo cristiano en sus orígenes el Bildu de hoy es la organización más representativa de la izquierda vasca, les guste mucho, poco o nada al resto de las fuerzas políticas. Los datos son tercos: tienen un representante en el Parlamento europeo, Pernardo Barrena; cinco en el Congreso español, con Laura Mintegi como portavoz; consiguió 21 escaños en el Parlamento vasco con Maddalen Iriarte como candidata a lendakari; está con 7 escaños en la Cámara navarra; con 39 en las Juntas Generales; y presume de sus 1254 concejales entre Euskadi y Navarra. Y en esta última Comunidad la socialista María Chivite es presidenta gracias a la abstención de Bildu.
Esos son sus poderes tras abandonar la violencia como método político, y así lo dicen las fuerzas que lo integran en su manifiesto fundacional del 10 de junio de 2012. Su presidente, Arnaldo Otegui, ha estado en la cárcel y es el recuerdo más inmediato del pasado de la formación. La realidad es que tiene capacidad de negociación y la emplea. Su apoyo a los Presupuestos será el acercamiento de los presos etarras a las cárceles del País Vasco para terminar de cumplir sus condenas, una situación que se habría dado con casi cualquier otro gobierno ya fuera de izquierdas o de derechas.
Sin sentido del estado, sin la generosidad necesaria desde la discrepancia y la clara diferenciación, las actuaciones de las actuales fuerzas políticas con representación parlamentaria están perjudicando a España. No se trata de que a la derecha encabezada por el PP les guste Bildu, se trata de que ayuden a negociar la aprobación de unos PGE que nos exige Europa, que no encuentren en la organización vasca la excusa perfecta para llevar a este país a unas elecciones anticipadas en las que soñar con la victoria.
Las críticas lanzadas de forma pública con dirigentes socialistas en activo o en la reserva pecan de lo mismo. Sorprende que todo un exvicepresidente cuyo gobierno negoció en Argel con ETA se haga cruces por la negociación de unos Presupuestos. Y que ese mismo rasgarse las vestiduras sea imitado por tres presidentes autonómicos como los de Castilla la Mancha, Aragón y Extremadura. Más parece que busquen el desgaste de Pedro Sánchez y sobre todo el de su vicepresidente segundo que el bien de España.