El presidente galo trata de mantener la presencia francesa en el norte de Africa frente a las otras potencias internacionales
En la reunión del Consejo Europeo del 10 de diciembre pudo verse al presidente francés Emmanuel Macron manteniendo una intensa conversación con el vicepresidente encargado de las relaciones exteriores, el español Josep Borrel, momento en que se ve aparecer al final de la larga alfombra roja al presidente español Pedro Sánchez que con cierta curiosidad se acerca a la pareja y corta la conversación, algo que Macron, por su cara, no parece agradarle.
¿De qué hablaban Macron y Borrell? Evidentemente de la situación libia que quita el sueño a presidente galo que en los últimos meses ha chocado fuertemente con su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, a cuenta de la guerra que se vive en el país norafricano, y también por la cruzada que mantiene el primero contra lo que considera el separatismo musulmán.
En Libia, después del asesinato de Gadaffi, nadie ha sido capaz de poner orden. Lo intentó el español Bernardino León, el niño bonito de Zapatero, que tras apoyar la destrucción de Libia por la OTAN, no fue capaz de conseguir un pacto entre los antagonistas y acabó dejando su puesto de jefe de la Misión de Apoyo de Naciones Unidas en Libia en 2016 para irse a dirigir la Escuela Diplomática de Emiratos Árabes Unidos.
Sin la prometida democracia, Libia ha ido de desastre en desastre además de convertirse en el principal centro de las mafias que envían inmigrantes a Europa. La ONU y Europa formaron un Gobierno de Unidad Nacional (GNA)en la capital Trípoli, presidido por Fayez al-Sarraj, que solo controla la parte oeste del país, mientras que en la zona oriental, donde se asientan las ciudades de Tobruk y Bengasi, se ha asentado una parte del Parlamento apoyado por el general Jalifa Haftar un general que se exilió en Estados Unidos durante la época de Gadafii.
La división de los libios produjo enseguida nuevas grietas entre las potencias mundiales, de tal manera que Rusia, Francia, Egipto y los principales países árabes se pusieron al lado del llamado Ejército Nacional Libio (LNA) de Haftar, mientras que Al Sarraj conseguía el apoyo directo de Turquía e Italia, además de contar con el respaldo de la ONU.
Erdogan no se ha limitado a un apoyo diplomático sino que ha enviado fuerzas mercenarias –entre ellos prisioneros del Isis cogidos en Siria- y ha desplegado importante material militar bajo la dirección del propio ministro de Defensa turco, Hulusi Akar, consiguiendo parar el avance de las tropas de Haftar y recuperar Sirte y gran parte del centro del país.
La ofensiva turca ha puesto en un brete al presidente francés que pensaba poner orden en el país africano bajo el mando del general Haftar y siguiendo la línea adoptada en Egipto por el general Abdel Fattah el-Sisi, que formalmente celebra elecciones pero que actúa en realidad como una dictadura militar.
Tras la dimisión en marzo pasado del último jefe de la misión de la ONU para Libia, el libanés Ghassam Saleme, El organismo internacional ha designado como sustituta a la norteamericana Stephanie Williams, que ya llevaba trabajando desde 2018 como enviada especial y que consiguió organizar en noviembre un Foro de Diálogo Político Libio en Túnez, donde ambas partes aceptaron declarar un alto el fuego, que solo ha sido parcialmente respetado.
Macron no solo está preocupado por Libia, sino por lo que está ocurriendo en todo el norte de África y en el llamado Sahel, los países del desierto del Sahara donde se nota cada vez más la presencia de grupos yihadistas que podrían convertir en poco tiempo gran parte de Africa en un verdadero polvorín.
Es evidente que el presidente francés no se fía de Estados Unidos, una potencia que lleva años tratando de introducirse en las antiguas colonias francesas y que creó en 2007 el Comando África para introducirse en la región. Poco antes de finalizar su mandato, el presidente Donald Trump mandó a su secretario de Defensa Mark Esper, en una gira por Marruecos, Argelia y Túnez.
La principal consecuencia propagandística de estos encuentros fue un tuit de Trump apoyando al rey Mohamed VI para que se quede con el Sahara. Tres meses antes, Macron había reunido una cumbre de jefes de estado en la capital mauritana, Nuakchot a la que asistieron Mauritania, Mali, Níger, Chad y Burkina Faso por parte africana y solo Pedro Sánchez por parte europea.