Diego Armario | Martes 19 de enero de 2021
Cada día me pregunto por qué regreso al mismo hoyo para describir el emponzoñamiento en el que chapotea lo peor de nuestra sociedad, si existe una España mejor que funciona. ¿Qué más da que dos alcaldes consortes, jóvenes, de distintos municipios levantinos, casados, rollizo él y con un aspecto de insultante salud ella, se hayan vacunado contra el Covid antes que algunos viejos o sanitarios de sus respectivos pueblos?
¿Acaso importa que también le hayan pinchado en el brazo a otro edil de otro partido antes que a su madre, que es persona de riesgo por edad y patologías previas? ¿Se sabe en qué cantidad y dónde se está traficando con vacunas en distintos lugares de España con el argumento de que si no se ponen pronto esas dosis se echan a perder, y por eso llaman a familiares, colegas o amigos para que las aprovechen en vez de ir a algunas residencias de ancianos donde, según me consta, aún no se han administrado?
¿Qué información se tiene de las colas de amigos, conocidos o viejos compañeros …y eras , que han sido llamados para recibir la vacuna en algún Hospital en el que trabajaron antes de jubilarse?
Estamos a dos telediarios de que se vacune a la gente en algún puesto de El Rastro, por supuesto gratis, aunque solo se avisaría a quien decida el irresponsable de turno.
Les garantizo que no estoy en absoluto sorprendido ni escandalizado de lo que esta sucediendo porque ésta es la puta España a la que se refieren los que odian nuestra patria, aunque se aprovechen de ella, y yo no podría la mano en el fuego por negar que también se estén privilegiando brazos con la camisa remangada, de cargos públicos de más alto nivel.
Existe la máxima de que en los naufragios primero hay que salvar a las mujeres y a los niños, pero eso solo ocurre en las películas en las que el capitán es el último que abandona el barco, porque en la vida real, lo que se grita es “maricón el último”, aunque no en todos los casos, y por eso hoy quiero pensar en esa España de gente que sí funciona desde el anonimato, la decencia y la generosidad.
Estamos empeñados en clasificar a las personas por su ideología política en vez de por su decencia personal, y los que sostienen que los suyos son ejemplares mientras que los que piensa de forma distinta tienen son despreciables, ignoran que no hay quien invente una vacuna que les cure de su enfermedad mental.
Sería absurdo asumir como un dato sociológico de valor contrastado que la mayor parte de la sociedad está representada por lo peor de la clase política de nuestro país, por eso España tiene un futuro esplendoroso, que verán nuestros hijos y nietos, cuando la gentuza que hoy hace esas cosas note en su cogote el aliento del desprecio que se merece.