Cuando queremos saber el estado de opinión del mercado acerca del futuro precio de una divisa, acudimos al consenso de pronósticos. Algunos atienden a niveles concretos -no tiene gran valor-, pero los más experimentados buscan el sesgo.
Si resulta que el promedio de pronósticos a un año es similar al valor de contado o al del tipo forward, la conclusión es sencilla: el mercado tiene incorporada toda la información que considera relevante y el sesgo no existe.
Es lo que ocurre ahora en el euro/dólar, que no hay sesgo. Eso, en apariencia, debería tranquilizar al lector. Al fin y al cabo, el mercado no espera que las cosas cambien mucho.
La volatilidad es lo que importa
Pero en estos tiempos de tipos de interés tan bajos, y a pesar del esfuerzo en comunicación de los bancos centrales, los mercados no tienen una visión clara para lanzar grandes apuestas y, más que a expectativas, prefieren atender a la marcha de lo inmediato y reflejarlo en las cotizaciones.
Se cumple así esa máxima del gusto de los académicos que niegan el valor de las previsiones al afirmar que toda la información que tienen los agentes está reflejada en el precio. Quizá sea este un momento donde académicos y analistas coinciden.
Es normal por tanto que el precio reaccione ante cambios singulares y que como consecuencia se registre un incremento de la volatilidad. Es lo que ha ocurrido desde el principio de la pandemia y así va a seguir siendo.
No es baladí, porque un simple ascenso de la volatilidad supone un incremento del riesgo, y recurriendo de nuevo al euro/dólar, un millón de euros en dólares tenía un riesgo por valor de 115.000 euros a principio de 2020 y tiene un riesgo por valor de 180.000 euros a comienzo de 2021. Un 50% más. Poco importa aquí el pronóstico.
Ajustarse a una nueva administración
Ante esta ausencia de sesgo, solo cabe preguntarse qué es lo que el mercado tiene incorporado y valorar cuales son las potenciales amenazas que no están descontadas. En función de su grado de probabilidad, cada uno creará su propio sesgo. Mientras la amenaza no sea evidente, las opiniones serán frágiles y las convicciones poco sólidas, de modo que las previsiones se revisarán mucho.
Es el escenario ante el que estamos. Un ejemplo reciente fue el cambio de sesgo que se produjo en el pronóstico del euro/dólar entre marzo y mayo, de hablarse de la paridad recién estallada la pandemia, en mayo ya aparecían los 1,20 en los pronósticos.
En la cotización actual del dólar está descontado lo evidente: no habrá cambios durante mucho tiempo en los tipos de interés y tampoco en el tamaño de las compras de deuda de la Reserva Federal, la economía recuperará tracción con las vacunas y si es preciso, más estímulos fiscales compensarán cualquier deterioro de la demanda. ¿Qué otra cosa puede desear más un inversor que la ausencia de sorpresas?
Pero siempre hay amenazas. Una vez que el tipo de cambio del dólar se ha ajustado en 2020 a la pandemia, y fijado el verano de 2021 como el punto de inflexión tras el comienzo de las vacunaciones, van a tener que estar atentos hasta dónde llega el plan fiscal que promueve la administración Biden y su influencia en los mercados de bonos, además de leer entre líneas en las manifestaciones de su Secretaria del Tesoro, la extraordinariamente influyente expresidenta de la Reserva Federal que ahora es responsable del tipo de cambio del dólar. Una de dos, o cambia el sesgo o cambia el spot. Es cuestión de semanas.