Si ya es exigente atender a todo aquello que nos afecta de forma directa, es razonable pensar que lo que nos coge a más distancia pase desapercibido. ¿Tipos de interés? ¿Inflación? ¿Rendimiento de los bonos? ¡Pero si hace nada hablábamos de deflación y no de inflación! Para que ocuparse si parece que ya habrá tiempo. Más si en la superficie aparenta pasar poca cosa y nos insisten una y otra vez que los tipos permanecerán bajos mucho tiempo. Ellos sabrán, porque en el mundo corporativo en el que nos manejamos hay una larga lista de cosas más urgentes de las que ocuparse.
Claro que la alegría va por barrios y aunque los mercados financieros son para la empresa un medio y no un fin, lo que allí acontece, se piensa, o se teme, nos afecta. Tarde o temprano. ¿Por qué decimos esto? Porque en los mercados algo se está moviendo y conviene seguirlo. Ya hemos hablado de esto. No es flor de un día.
Los mercados de deuda están inquietos. Ya llevan un tiempo así y aunque desde los bancos centrales se intenta afectar a sus expectativas, la opinión que se infiere de los precios es que no todo está tan calmado. ¿Irá a más? Y en ese caso ¿con que consecuencias?
La llegada del expresidente del BCE a la jefatura de gobierno en Italia ya ha tenido su lectura más evidente en las dos figuras que ganó el euro al dólar, algo que podemos considerar menor, pero ha tenido otras consecuencias que conviene vigilar. A los grandes inversores les ha dado confianza, y se han puesto a comprar bonos italianos, que al menos pagan algo, y han vendido bonos alemanes que devuelven menos de lo invertido.
La consecuencia es que las rentabilidades del bono alemán han repuntado; como por otros motivos está sucediendo en los bonos norteamericanos. Podría ocurrir, y tampoco sería tan raro dado el maremágnum que es la política italiana y lo poco bien parados que han salido los tecnócratas que han asumido responsabilidades de gobierno, que, tras el entusiasmo inicial, las dificultades para ejecutar reformas enfríen ese buen ánimo. Es lo más probable. Básicamente siempre es así.
Pero en coincidencia con estos cambios, están manifestándose variaciones de inflación que incomodan. Con rendimientos tan bajos, si la inflación repunta, por mucha confianza que tengamos en el control de la curva de rentabilidades por parte de los bancos centrales, lo que ocurrirá es que los tipos de interés reales vayan cada vez más a negativo. Eso afecta a todo, deuda, bolsa y divisas.
De momento, la inflación “solo” repunta. En la zona euro pasamos del -0,3% de noviembre al 0,9% en enero, desde -0,7% en Alemania hasta el 1,6%-. Lo mismo aplica a la subyacente. En EE.UU. ocurre algo similar, pero ampliado, afectando a las expectativas de inflación media a 10 años que ya superan el 2,2% desde sus mínimos del 0,5% del pasado abril. El equivalente europeo es más modesto, pero también está al alza desde abril.
Si como todo apunta, las vacunaciones se hacen masivas en pocos meses, vamos a ver como el dinero circula de nuevo, las economías recuperan más de lo previsto, y lo que podría ser un síntoma pasajero, resulta no serlo. Ya vemos lo que ocurre con los precios de muchas materias primas, con el doctor cobre por delante, o con los precios del transporte marítimo. Los cuellos de botella generados por la crisis se harán más evidentes. No será en ningún caso el Armagedón, pero que la inflación repunte añade una carta que puede cambiar el juego.