La lista de “miembros” destacados como amenazas que están presentes en los informes actuales de cualquier analista es larga: elevado nivel de deuda, burbujas en los mercados financieros, super ciclo alcista de las materias primas, ruptura de correlaciones tradicionales de precio entre activos, criptomonedas, la recién llegada amenaza de inflación … a las que hay que añadir las relacionadas directamente con la pandemia: mutaciones del virus, reinfecciones, retrasos de vacunación,…y por supuesto la mezcla de ambas: que la recuperación se retrase, que la confianza de los agentes se recupere a un ritmo menor de lo previsto, o que el desigual impacto genere inestabilidad política y social.
Semejante lista y, sobre todo, los distintos escenarios que pueden deducirse de sus múltiples combinaciones contrastan sin embargo con el positivismo que se concluye de la mayor parte de los análisis. Al fin y al cabo, y a diferencia de lo que ocurrió en la Gran Recesión (2008-2012), la crisis actual responde a un factor exógeno fácil de identificar y que está próximo a ser superado.
Respondiendo a su papel, los agentes toman posiciones para obtener anticipada ventaja, y al modo de valoración de las finanzas básicas, actualizan los flujos esperados en el que consideren su escenario principal, y dan valor presente a los activos. Cuanto mayor sea el flujo esperado, a las actualmente ridículas tasas de descuento, más compran.
En esto no hay demasiada innovación. De hecho, es el fundamento que debería de guiar las cotizaciones en los mercados de divisas. Véase la libra esterlina. Todos los análisis coinciden en destacar, cuando se trata de explicar su apreciación del 2,4% frente al dólar y del 3% frente al euro desde que comenzó el año, que la principal causa radica en la renuncia del Banco de Inglaterra a llevar los tipos de interés a territorio negativo.
Por primera vez en casi tres años, recupera la cota de 1,40 dólares, al margen de que sea la potencia más afectada por la pandemia, la economía que está mostrando síntomas más pobres de reactivación, y sobre la que pende una seria amenaza de pérdida de actividad por derivados financieros en la City londinense, el área más rentable de toda su actividad financiera.
Al modo que un Pagaré del Tesoro norteamericano es la mejor garantía para aportar en cualquier transacción, la garantía actual con la que cuentan los agentes es la seguridad de que continuará el actual caudal de liquidez generado por los bancos centrales, algo que explica bien porque todos los activos se mueven alza cuando los manuales de economía dicen que las correlaciones negativas entre activos existen y que son la base de la diversificación de carteras. La garantía subsidiaria es que los tipos de interés permanecerán bajos mucho tiempo.
Los mercados descuentan que hasta 2023 no despegarán del cero los tipos interbancarios en EE.UU. y que en Europa seguirán en negativo toda la década. De ahí la importancia de la recién llegada amenaza de inflación, ahora más temida que el virus. Pero a pesar incluso de su reciente incremento y con los tipos nominales que se cotizan en los mercados, los tipos de interés reales van a seguir en negativo mucho tiempo más, casi dos décadas según los mercados de futuros.
Dicho esto, o bien los mercados están equivocados y esta amenaza de represión financiera desaparecerá como el virus, o ya puede ponerse a buscar otros activos para poner a salvo su ahorro: cómprese una casa, no bitcoins.