Han pasado poco más de 140 años desde que la " huida del rey prestado" Amadeo de Saboya propiciara nuestra Primera República, y 84 años desde aquel 14 de abril de 1931 en el que unas elecciones municipales celebradas dos días antes llevaron al entonces rey Alfonso XIII a pensar que debía marcharse al exilio junto con el resto de su familia.
Y lo hizo embarcando en el puerto de Cartagena con rumbo a Marsella en el crucero Principe Alfonso mientras el resto de la familia viajaba por tren a París donde terminarían reuniéndose antes de viajar a Roma donde permanecería hasta su muerte. Era la segunda vez que España cambiaba la Monarquía por la República e iba a ser la segunda vez que un general acabara con ella, si bien esta vez el intento democrático duró bastante más y terminó mucho peor.
Formalmente la II República duró ocho años, hasta el fin de la Guerra Civil con la rendición de Madrid por el coronel Casado, mientras que la Primera, a finales del siglo XIX tras el abandono de Amadeo de Saboya y sobre todo con el asesinato del general Prim, que había sido su valedor, apenas tuvo año y medio de vida, meses cargados de luchas políticas, reivindicaciones nacionalistas, caciquismo rural, raquitismo industrial, desastres coloniales, malestar social y generales en armas.
En uno y otro momento de nuestra historia las Fuerzas Armadas y sus mandos tuvieron un papel esencial en los cambios que se produjeron, tanto para la salida de los reyes como para el regreso de los mismos: en 1868 obligaron a la reina Isabel a marcharse al exilio bajo la dirección del general Serrano, dos años más tarde y con la influencia del general Prim lograron que las Cortés " eligieran" a Amadeo de Saboya como rey por 191 votos frente a los 60 que lograron los republicanos y los 27 del duque de Montpensier. Nuestro primer rey elegido por los " representantes" del pueblo viviría en continúa zozobra hasta febrero de 1873, fecha en la que decide volver a Italia antes de que se cumpliera la amenaza de Castelar de " terminar como su primo Maximiliano en Méjico".
De la I República que vino a continuación casi mejor no acordarse, salvo por algunas similitudes con el momento actual cuando se mira los sentimientos nacionalistas y federalistas que parece animar a más de uno.
Cuatro presidentes y tres pronunciamientos militares en apenas veinte meses. Ciudades, pueblos y hasta villas que se declaraban independientes, con el Cantón de Cartagena a la cabeza y sus incursiones piratas por la costa del Mediterráneo, que incluyeron bombardeos y saqueos por parte de dos buques de la armada en Alicante y Almería, y que terminaron con los dos navíos apresados por dos fragatas, una inglesa y otra alemana que vinieron a " poner orden" en la convulsa España de esos años y a la que desde Europa veían como a una menor de edad que había que " llevarla de la mano" para que no cayera en el abismo.
Como se ve nada hay nuevo en nuestra reciente y maltratada historia desde los lejanos tiempos del Imperio en el que no se ponía el sol. Llevamos doscientos años como el péndulo que se mueve de Oriente a Occidente a capricho de las grandes potencias, y con nuestra clase política oscilando entre los odios y amores hacia esos dos polos.