La convocatoria electoral en Madrid ha propiciado la jugada de billar. Iglesias coloca para el futuro a Yolanda Diaz, la ministra de Unidas Podemos con mejor imagen. Hubiera sido imposible que plantear ser sustituido por Irene Montero. La anormalidad de un matrimonio en la mesa del Consejo de Ministros queda resuelta. Y de paso a Sánchez y a la parte más liberal de su equipo, con la vicepresidenta Calviño a la cabeza, le deja mayor margen de negociación con la exigente Europa, con el BCE, con el FMI y con resto de socios de la UE.
No conviene olvidar que también desaparece el problema que existía por la presencia de Iglesias en los entornos del CNI y los Servicios de Inteligencia. Otro problema resulto. Haya tomado la decisión de forma rápida o tras un largo proceso de reflexión en el que habrán tenido su importancia las encuestas, lo innegable es que Pablo Iglesias ya se ha convertido en el eje de la oposición a Isabel Díaz Ayuso y al PP, muy por encima de Gabilondo y de sus antiguos compañeros de Más Madrid.
En 2019, su ex amigo y compañero Iñigo Errejón consiguió veinte escaños en la Asamblea, mientras que la candidatura de Unidas Podemos se quedaba en siete. Razón más que suficiente para que el primer llamamiento del nuevo candidato haya sido hacia ese espacio del electorado. Es parte esencial de su propia salvación como líder político, algo de lo que estoy seguro es consciente.
Sorpresa para todos los partidos que no esperaban una reacción de este tipo por parte del vicepresidente segundo del Gobierno. Sin riesgo no hay premio. Para él evitar el desplome de Podemos es ya una victoria de cara al futuro. Si además supera los 179.000 votos y los siete escaños que logró Isabel Serra podrá intentar un resurgir de la coalición que se quedó en 35 asientos en el Congreso tras haber acariciado el ansiado e imposible “sorpasso” sobre el PSOE.
La política nacional está cambiando muy rápido. En esta España de 17 gobiernos y 17 territorios, tan inestable como necesitada de Europa, ya se ha demostrado que no existen barreras y que los terremotos en cualquiera de las partes afecta de forma inmediata al resto. Ocurrió primero en Andalucía con la salida del PSOE del poder cuando nadie lo esperaba ( gracias a Vox ) y menos que nadie Susana Díaz. Ha seguido con los resultados independentistas en Cataluña, a la espera del futuro Gobierno de Pere Aragonés. Ha explotado con el culebrón de Murcia, sin mucho que esperar de lo que ocurra en Castilla y León, para llegar al centro de la implosión que va a ocurrir en Madrid.
çDíaz Ayuso consiguió lo inesperado, al igual que el alcalde Almeida. Eran dos opciones pensadas para perder ante lo que se presumía triunfo de las izquierdas. Los dos han demostrado que tienen recorrido y futuro político. Tanto por sus méritos como por la falta de alternativa en la oposición. Lo más probable es que el PP consiga la victoria que no tuvo en 2019 y que con ayuda de Vox - que exigirá entrar en el Gobierno y no quedarse de mero espectador - mantenga los sillones de la Puerta del Sol. Ese escenario lo tiene que tener presente el candidato Iglesias, pero es el menor de sus problemas si piensa en su propio futuro. Y en el de Irene Montero.