Rajoy pone su futuro y el de España en manos de la canciller alemana
Con la misma potencia con la que la Luftwafe llegó a España en 1936 para ayudar a Franco y al resto de los sublevados a acabar con la II República, la canciller alemana ha desembarcado en Madrid al frente de medio gobierno y de cien empresarios de su país para pasar revista a lo que están haciendo Mariano Rajoy y el resto de su Gabinete. También para analizar nuestra salud financiera mientras el responsable del Banco Central Europeo se dispone a comprar deuda periférica y hacer públicas las nuevas medidas que limiten los ataques especulativos contra España e Italia.
La palabra maldita sigue siendo: "rescate", como si ya no la hubiéramos asumido hasta la extenuación los españoles. Vivimos desde hace meses un "rescate blando", con la mayoría de las medidas que conlleva ya puestas en marcha, pero sin ninguna de las ventajas que han conseguido Grecia, Portugal o Irlanda, entre las que habrá que colocar en primer lugar una quita importante de la deuda global del estado, sea ésta de 180.000 millones o de 300.000 si se suman la parte pública y la parte privada. El verano no ha solucionado ninguno de los problemas que padecemos. Se han quedado congelados a la espera de reuniones y decisiones de los organismos europeos: Tenemos el doble de paro que la media europea, la financiación no llega a los bancos y por extensión a las empresas, estamos a la cola en competitividad, los precios básicos siguen subiendo, los impuestos siguen subiendo, los salarios siguen bajando, y la capacidad de ahorro en mínimos. Junto a esos datos económicos, los sociales ya nos han permitido ver lo que puede pasar en los próximos meses si cunde el ejemplo de los dirigentes del SOC, Sanchez Gordillo y Cañamero con su entrada en supermercados y entidades financieras; y los políticos se hunden en la convocatoria electoral adelantada de Galicia y el País Vasco, con renovadas proclamas independentistas en Cataluña, que es una de las Comunidades Autónomas pioneras en solicitar su propio "rescate" ante la imposibilidad de hacer frente a sus gastos corrientes.
El presidente del Gobierno se dedica casi desde que llegó a La Moncloa a lidiar con el toro europeo, convencido de que la salida de España a la crisis pasa por Europa y sobre todo por Alemania, por más que sienta tentaciones de "noviazgos" con Italia y Francia. Rajoy insiste una y otra vez a todos aquellos que le preguntan y le ofrecen alternativas que nuestro país depende de la voluntad de la canciller Merkel y que él, de forma personal, está dispuesto a hacer y cumplir con todo aquello que le solicite, le demande y le imponga doña Angela. Por lo menos hasta que lleguen las elecciones en Alemania dentro de ocho meses y se sepa si los ciudadanos de ese país respaldan las medidas que han tomado sus dirigentes o si prefieren un cambio.
En cualquiera de los dos supuestos, ni Rajoy, ni sus ministros, ni la oposición esperan que puedan producirse cambios significativos en la política que se está siguiendo en el Consejo de Europa y en el BCE. Merkel es mucha Merkel tanto para Durao Barroso como para Mario Draghi, incluso para un recién llegado como François Hollande y sus aspiraciones de imponer una "tercera vía" liderada por Francia. El ministro de Economia ha buscado en su reunión con los representantes políticos y empresariales de Alemania nuevas equiparaciones con ese país al afirmar que España está haciendo lo que allí hicieron hace diez años al abordar la unión entre las dos Alemanias y tener que sobrepasar el déficit del 3 por ciento, recurrir a los fondos de ayuda comunitaria e introducir una serie de modificaciones estructurales en el propio estado y en su Constitución.
Luis de Guindos ha presumido - que de eso se trata en sus días de gloria - de las medidas puestas en marcha por el Gabinete de Rajoy, que son las más duras, exigentes y ambiciosas de todo el Viejo Continente, asegurando (de nuevo el futuro y las palabras todo lo aguantan ) que el éxito está asegurado. Que los cambios de rumbo en estos diez meses hayan sido constantes, que los ahorros que se consiguen por un lado se diluyan por otro, que la lucha contra el paro esté perdida, que los ajustes en educación y sanidad van a empobrecernos aún más, y que miles de jóvenes que terminan sus estudios universitarios se marchen y estén dispuestos a marcharse privando a nuestro país de su formación, parezca que no signifiquen nada, esa es otra historia.
España influye de forma decisiva en los malos datos globales que se dan en Europa. Esa es la realidad que desean combatir Merkel y los suyos mientras compensan las perdidas comerciales en este territorio con una decidida expansión hacia los mercados asiáticos, con China a la cabeza. País al que, además, intentan colocar la mayor parte de la deuda española que atesoran en sus arcas los bancos alemanes. Más de un responsable político de la Unión parece haber descubierto que el problema no son los países intervenidos, ni lo que pueden ser rescatados en el inmediato futuro, que el problema radica en la propia estructura que se dio a Europa con la entrada en vigor del euro. El problema es Europa en su conjunto, lo que no quita para que en ese bloque de 27 países o de 17, nosotros, los españoles aparezcamos como uno de los malos de la película.
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