El transatlántico que Pedro Sánchez había soñado para la transición a una España más ecológica le está pasando como al Titanic, que va hundiéndose cada vez más frente a los grandes icebergs de las grandes compañías eléctricas.
La vicepresidenta tercera y ministra ecologista, Teresa Ribera, no da con la tecla adecuada que lleve al superbarco por la ruta adecuada y las asociaciones ecologistas ya le han dado más de tres avisos de que el tiempo de gracia en el que han evitado las críticas se acaba.
Pero lo peor, lo que puede acabar definitivamente con el transatlántico es el encarecimiento de la energía -no solo la luz- que lleva camino de ser la gota que colme la paciencia de los ciudadanos y de convertirse en una rémora que impida el despegue, ya por si difícil, de la economía española tras la crisis del Covid-19.
Los parches inventados por Ribera para intentar reducir nla factura de la luz, como los tramos horarios en los que hay que planchar y poner la lavadora a altas horas de la madrugada, y la reducción temporal del Iva que reducirá el gasto en unos 9 euros al mes, son pan para hoy y hambre para mañana.
La superministra ecológica no se atreve a ntocar los altos beneficios de las eléctricas -lo mismo que el impresentable ministro de Consumo, Alberto Garzón, al que Izquierda Unida tendrá que tirar por la borda si no quiere hundirse con él- sin que les de vergüenza ver como aumentan los beneficios del monopolio energético al mismo tiempo que los gastos de las familias.
El sistema de fijación de los precios se estableció con dos únicos objetivos: blindar los beneficios de las eléctricas y asegurar el suministro en las peores situaciones. Pagando unas tarifas altas no hay problemas para comprar incluso la luz a las eléctricas francesas encantadas de vender a esos precios que no les pagan los consumidores de su país..
Los sucesivos gobierno del PP y del PSOE no han conseguido nunca poner un poco de orden en los precios energéticos, en parte porque no quieren enfrentarse con las grandes compañías y en partre porque cuanto mayor sea la factura más ingresan por los impuestos repercutidos.
El problema de la luz, por todo ello, se conviertte en una pescadilla que se muerde la cola y donde finalmente es difícil saber donde empieza y donde termina.
La privatización de Endesa, la compañía pública, privó al Estado de un instrumento importante para regularizar el mercado. Y eso que se nos dijo que las privatizaciones iban a permitir la libre competencia y por lo tanto la rebaja de la factura. Una mentira de la que los políticos, de uno u otro signo, no han pedido ni perdón ni muestran señales de arrepentimiento.