SOCIEDAD

El silencio de Jesús Quintero

Diego Armario | Lunes 28 de junio de 2021
Jesús Rodríguez Quintero, nacido en San Juan del Puerto e hijo del Niño Roque, ha sido y es una isla en el océano de la vida desde la que ha contado y cantado a los cuatro vientos las tristezas de los hombres singulares e incomprendidos que buscó y encontró en su caminar por las ondas del silencio. Desde hace años pena en soledad la añoranza de esos tiempos en los que convirtió sus programas de Radio y Televisión en un refugio de marginales a los que hacia hablar de sus desgracias sin necesidad de proponerles preguntas, porque le bastaba con enseñarles la muleta para que entrasen al engaño taurino de un matador sin estoque.

A Jesús Quintero le conocí de antiguo, le traté de soslayo, le escuché con adicción y la única vez que le pedí que participase en un programa conmemorativo de la Radio que yo dirigía en aquellos años, y que no tiene nada que ver felizmente con la que se hace ahora en la misma sintonía de antes, me dijo que no, pero seguí admirándole, y aun hoy vuelvo a escuchar algunos de sus programas, no por sus invitados que cuanto más famosos son, más defraudan, sino por su arte en administrar las largas pausas sin voz con las que los seducía, en especial a los sabios que se creían ignorantes , sin serlo.

Quintero necesitaría sentar a su mesa de conversaciones y silencios a gente demasiado valiosa que habla poco o a locos cuerdos que a veces recuerdan por qué y por quién llegaron al desvarío, pero eso hoy no interesa porque el alimento que hay que ofrecerle a la chusma que asiste como público al circo de la vida aparece cada día en el Boletín Oficial del Estado o en la literatura con faltas de ortografía que se escribe en el Parlamento.

Admiro de Jesús Quintero su adicción a sí mismo, su añoranza inútilmente esperanzada, su lealtad a un estilo, su fina y vasta cultura, su condición de anacoreta obligado por los olvidos, y su desprecio por quienes merecen que no les eche cuentas. Ésa es su filosofía y por eso ya no está de moda. Se ha quedado sin gente con la que conversar porque hoy viaja en el autobús de la fama lo más vulgar de la política, el periodismo y el pensamiento orgánico.

El hijo del niño Roque es un recalcitrante de la esperanza imposible porque la historia de su vida es la historia de una pasión, pero también sabe que “la historia de una vida es la historia de un fracaso”.