Rafael Gómez Parra | Martes 29 de junio de 2021
Con los indultos a los independentistas catalanes y la aprobación de la Ley Trans, Pedro Sánchez se ha tirado a la piscina de cabeza esperando que, como le han prometido sus asesores, tenga la suficiente agua para no golpearse contra el suelo.
Con unas encuestas que auguran un continuo descenso de votos y una crisis económica provocada por un Covid19 que no acaba de irse, el presidente del gobierno ha decidido tirar para adelante siguiendo la tesis de que “quien aguanta, gana”, algo que ya probaron en su tiempo tanto Felipe González (1993) y José Luis Rodríguez Zapatero (2008) y que les valió para mantenerse en el poder tres años más hasta que sucumbieron en las siguientes elecciones.
Por mucho que lo niegue, Pedro Sánchez, siempre da la sensación de que toma sus decisiones no por convicción sino por necesidad u oportunismo. Sus enemigos están convencidos de que ha concedido los indultos para no perder el apoyo de ERC en el Congreso, no porque crea que eso arregla nada en Cataluña, y que cede ante la ministra Irene Montero en la ley Trans, para no provocar las iras de Podemos,
En las elecciones madrileñas se vió claramente que el votante socialista se fue en masa hacia Isabel Díaz Ayuso provocando un derrumbe del PSOE madrileño. No sabremos nunca lo que hubiera pasado si estos comicios se hubieran celebrado tras las dos últimas decisiones, pero parece claro que la caída socialista hubiera sido aún mayor.
De aquí a la próxima convocatoria electoral quedan algo más de dos años en los que Pedro Sánchez tendrá que tratar de recuperar a ese electorado para no verse abocado a una derrota parecida a la que sufrió Rubalcaba frente a Rajoy, un hombre que había sido derrotado dos veces y cuya popularidad era tan pobre como la que puede tener ahora Casado.
Tiene a su favor las ganas de los españoles por volver a la normalidad, lo que augura un aumento del consumo familiar de los que se lo pueden permitir, lo que servirá para reactivar la economía, si a eso se añaden las ayudas europeas a las inversiones públicas, miel sobre hojuelas.
Lo peor seguirá siendo el paro ya que aparte de las administraciones públicas y de los servicios, no parece que la industria o la construcción vayan a contribuir como en el pasado, lo que no aboca, si nadie lo remedia, a un país de funcionarios¡, empleados de supermercados, y de camareros, algo que todos los políticos prometen cambiar pero al final nadie lo hace. Y sin empleo total, el consumo irá decreciendo cuando se pasen los meses de euforia por salir de casa tras el confinamiento.
Felipe González no ganó las elecciones de 1982, las perdió la UCD tras la marcha de Adolfo Suárez. Aznar no ganó en 1996, se cayó González en medio de todos les escándalos del Gal y de los Fondos Reservados. Zapatero no triunfó en 2004, fracasó Rajoy tras la deriva del chapapote de Galicia y el golpe final de los atentados del 11 de marzo, empeñado Aznar en atribuírselo a Eta.
Y lo mismo le ocurrió a Rubalcaba, que cogió un gobierno de ZP moribundo, para ponérselo en bandeja a Rajoy que sacó la mayoría absoluta más importante de la historia del Congreso. Ese es el fin que le espera a Sánchez sino consigue cambiar la situación, algo que vislumbró Pablo Iglesias cuando decidió marcharse. Casado no tiene más que esperar sentado a que le llegue la hora y los votos le transporten a La Moncloa.