Ocasión inmejorable para recordar a toda la clase politica y empresarial española, haya o no visto los 52 capitulos de " House of cards", una serie mítico por la crudeza con que retrataba el poder de La Casa Blanca y sus alrededores empresariales que cualquier parecido con el palacio de La Moncloa es posible.
Creo, tras hablar con muchos de esos dirigentes, que las 40 andanzas del matrimonio Underwood, las han intentado aplicar a nuestra España de hoy y han encontrado un buen número de semejanzas entre la vida oficial en Washington y las vidas oficiales en Madrid y el resto de las capitalss autonómicas, con preferencia en la Barcelona de la inestabilidad permanente y las zancadillas perpetuas.
Por fortuna y que sepamos en el solar patrio no hay constancia de asesinatos fisicos para alcanzar el poder, pero si sabemos y estamos presenciando en directo de componendas, pactos, intercambio de favores, presiones, publicación de documentos, ayudas ilegales, favores empresariales, acuerdos internacionales que huelen muy mal...y todo ese cúmulo de relatos de alcantarilla de los que se nutren las páginas de los medios de comunicación.
Los Francis y Claire de la ficción están dispuestos a todo con tal de llegar a la Casa Blanca - nuestra Moncloa - y en ese camino que se han marcado engañan a todos, sobreviven incluso a ellos mismos, y ponen sus vidas al servicio del poder con mayúsculas. Algún que otra “pareja de intereses” se puede enumerar fuera del vínculo religioso o civil de la unión, demostrando que las relaciones basadas en el interés son siempre más fuertes, también más peligrosas, que las que se basan en el amor o la amistad.
El descarnado retrato de la politica como profesión y sin el menor respeto a los ciudadanos, tras la apariencia democrática y electoral de Estados Unidos, invita a poner la cara de Kevin Spacey y Robin Wright a algunos de nuestros lideres, sin que necesariamente tengan que formar familia y matrimonio.
Construir " castillos de naipes", que suelen caerse con enorme facilidad al menor soplo se nos da bien a los españoles. Muestras hay en abundancia en estos últimos cincuenta años. Castillos de naipes son los que han levantado muchas veces en todos los partidos políticos españoles, desde el Partido Popular que heredó Pablo Casado a los que ha levantado Pedro Sánchez en su asalto con éxito a la fortaleza que creía inexpugnable Mariano Rajoy, por hablar sólo de los últimos.
El actual presidente y Secretario General del PSOE tiene acreditado que es todo un experto en el arte de llevar el agua del resto de formaciones a su molino. Hasta conseguir los votos necesarios para gobernar. Si el canal de Ciudadanos se cierra, se abre el de Unidas Podemos, sea bajo la dirección de Pablo Iglesias, de Yolanda Díaz o Ione Belarra.
Lo importante es que en el “pantano” del Congreso siempre se alcance el nivel de la investidura. Otros castillos muy parecidos son los que le se ha visto obligado a construir Alberto Núñez Feijöo en Galicia para batir los records de permanencia que tenía Manuel Fraga en su tierra ; el que se ha fabricado Juanma Moreno en Andalucia con ayuda del “contestable” Juan Marín; o el que con su audacia ha logrado Isabel Díaz Ayuso en Madrid cuando nadie lo esperaba, ni siquiera los suyos. Que sean de naipes, de papel o de duro cemento el tiempo lo dirá.
Castillo de naipes fue el que construyeron Rita Barberá y Eduardo Zaplana en Valencia. El que construyó Jpordi Pujol parecía la fortaleza cátara de Montsegur y se derrumbó con todo estrépito cuando llegaron los nuevos administradores de esa “orden” como Artur Mas, Puigdemont y compañía. Existen otros a lo ancho y largo de nuestra geografía, pero si miramos desde mayo de 2015 hasta ahora, es fácil comprobar los que se derrumbaron con estrèpito en los últimos meses como el de Ciudadanos.
Tenemos en España a nuestros millonarios encelados y beneficiados desde el poder polîtico tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. La lista con nombres y apellidos la puede hacer cualquiera, basta con echar un vistazo a los casos judiciales abiertos. El nivel va desde los multimillonarios contratos en Panamá y Arabia Saudi a las que se plantearon en operaciones como las de Chamartin o Campamento en Madrid, que comenzaron y se han mantenido en el fiempo con gobiernos del PP y del PSOE.
El papel de salvaguardia democràtica de los medios de comunicación y su papel de control de los excesos hay que ponerla en cuarentena ante las filtraciones interesadas, las noticias falsas, las encuestas como arma electoral. Y sobre todo con el uso de las redes sociales y el análisis de los comportamientos que proporcionan los datos que vamos dejando como miguitas en las redes sociales para inducir a votar o a comprar unos zapatos.
Antes de que finalice este agónico 2021 algún que otro castillo hispano comenzará a derrumbarse, en lo político y en lo empresarial. Los muros que parecían infranqueables ya no existen, unos horadados por esa excavadora llamara Villarejo y otros por la aparición de cintas sorprendentes grabadas a Florentino Pérez. Si la crisis política, social, económica y sanitaria en la que seguimos metidos no comienza a remitir con la llegada a cuenta gotas de las ayudas europeas, y tenemos que volver a las urnas mucho antes de lo previsto, los derrumbes van a llenar de piedras y ladrillos nuestra vida pública. En uno y otro caso lo que es seguro es que va a haber victimas.