Dan de desayunar, comer y merendar a las familias más pobres como única forma de que al menos puedan comer tres veces al día. Se suma este " programa contra la pobreza" a las ayudas que ya existían en forma de subvención de comedor. En conjunto y en base a los propios datos de las organizaciones que se dedican a paliar la pobreza, cada mes aumentan los millones de euros dedicados a paliar las necesidades se alimentación de más familias, o dicho de forma más cruda, para paliar el hambre que se ha extendido por la crisis en esta España nuestra.
Es muy dura esa realidad y es muy dura la memoria que resucita en todos aquellos españoles que ronden los sesenta años. Produce dolor y rabia comprobar que en esta España de 2021 volvemos a poner los mismos parches ante la injusticia del hambre que los que se pusieron durante la década de los años 50 del siglo pasado, tras los efectos de dos guerras que arrasaron nuestro país, primero, y Europa después.
En 1945, aislados política y económicamente del resto del mundo como antiguos " socios" del nazismo alemán, encontramos en el nuevo marco de la " guerra fría" que aparece tras terminar lI Guerra Mundial, la tabla de salvación que necesitaba el régimen de Franco para sobrevivir. Su anticomunismo y la posición estratégica de España le sirvió para los primeros acuerdos con Estados Unidos, a los que seguirán el resto de los países, una vez que el propio presidente norteamericano, Dwight Eisenhower, nos visitara a finales de diciembre de 1959 y se abrazara entre sonrisas en Madrid con el mismo general que lo había hecho con Hitler en Hendaya. Todo ello en presencia de los dos hombres que lo habían negociado desde las catacumbas pragmáticas de las relaciones internacionales, el muy católico ministro español Fernando María Castiella y el muy espía y general norteamericano Vernon Walters, un experto en asuntos españoles, incluido su informe sobre el almirante Carrero Blanco pocas semanas antes de que ETA volará su coche por los aires.
Fueron tiempos de hambre y pobreza que a partir de 1951 se paliaban en muchos hogares de España con el queso enlatado y la leche en polvo que nos hacían llegar desde USA para repartir en los colegios a los más necesitados a cambio de las primeras bases militares en nuestro país. Leche y queso que recuerdo se recogían, por ejemplo en los colegios religiosos en fila y mientras se recitaba el Padre Nuestro o alguna de las jaculatorias de la Virgen. En los laicos la " oración" era el Cara al Sol o Montañas Nevadas. Con los planes económicos e industriales de Laureano López Rodó y sus compañeros del Opus Dei, más la llegada de importantes inversiones extranjeras los niños españoles dejaron de necesitar el queso y la leche del otro lado del Atlántico. ¿ Les suena lo de buscar inversiones en Estados Unidos?
Ahora volvemos a necesitar un Plan de Estabilidad, con otro nombre pero con mayores exigencias. Desde Europa y encabezados por Holanda y Austria los llamados “frugales” están dispuestos a que no nos llegue un sólo euro sin antes a haber aprobado los exámenes semestrales que quieren imponernos.
Volvemos a necesitar inversiones extranjeras, volvemos a enfrentarnos a nosotros mismos como nación, como país y como sociedad. Y vuelven muchos de los más jóvenes a necesitar que desde los gobiernos les ayuden a poder comer pues en sus casas no pueden cubrir esa necesidad básica. 45 años de democracia y derechos humanos, de elecciones libres, de partidos políticos y sindicatos, de lo que parecía un desarrollo imparable e inacabable nos colocan frente al mismo espejo que tuvieron nuestros padres y abuelos hace setenta años.
Los políticos y en especial los políticos que gobiernan en el estado y en las Comunidades Autónomas deben sentir vergüenza. Bien están las normas " paliativas" que han puesto en marcha las asociaciones y grupos de apoyo, pero son la constatación de un fracaso histórico, de la incapacidad de los dirigentes públicos para haber creado una base económica, industrial y financiera que hiciera imposible que el hambre asomara por los domicilios de los más débiles.
Mientras en Europa discuten si son galgos o son podencos los culpables del desastre y se suceden las declaraciones contradictorias sobre la situación y la forma de acabar con la cada vez más alarmante desafección de los ciudadanos hacia la clase política en todos los países y más en aquellos que están en peor situación, como ocurre en España, la puesta en marcha de planes debería obligar a todos los que se dicen " servidores públicos" a que esas dos palabras tengan de verdad sentido.