Pedro Sánchez cada vez que viaja a los Estados Unidos y no consigue que lo reciba ningún Presidente, republicano o demócrata, se conforma con pasearse rodeado de dos filas de escoltas por las calles de algunas de las ciudades de aquel país, ante la indiferencia de los transeuntes que ignoran quién es y a qué dedica su tiempo libre.
En sus sueños frustrados , que para él más que un coitus interruptus son un gatillazo en toda regla, imagina que Clint Eastwood corre unos segundos junto a su coche por una calle de Whasintong simulando que le protege con su vida, en un remake del film “En la línea de fuego”, pero cuando se despierta y regresa a la realidad, aunque no se lo confiese a nadie, no tiene más remedio que reconocer que en ese gran país le tratan con una descriptible indiferencia.
Esta vez , los empresarios españoles a los que invitó al viaje americano sin agenda de interés ni contenido real, han declinado acompañarle porque conocían la insustancialidad de la gira y además no querían verse salpicados por las previsibles salidas de pata de banco que tuvo en algunas de las entrevistas que hizo en distintos canales de televisión.
La imagen que Pedro Sánchez ha dado de España en los medios de comunicación de los Estados Unidos ha sido la de un país en el que la oposición ”solo grita”, mientras que él y sus socios de gobierno gestionan los asuntos del Estado a la perfección, pero se olvida que la prensa norteamericana es analítica, crítica y está bien informada. Conoce que un ejecutivo con comunistas en el Consejo de ministros y separatistas como apoyos parlamentarios ofrece signos de inestabilidad institucional, a los que hay que sumar las advertencias de la Comisión Europea para que el ejecutivo sea más transparente y respete la independencia del Poder Judicial.
Los Centros de Poder en los Estados Unidos, en Europa y en el mundo informado e influyente son inmunes a la propaganda de los dirigentes politicos que cuando hablan de su país se atribuyen todos los méritos y denigran a la oposición. No tengo memoria de haber escuchado a Emmanuel Macron, a Angela Merkel o a Mario Draghi hablando mal de la oposición de su país en un viaje al exterior.