Los que esperaban que el mago de las encuestas y la estrategia electoral enseñara alguno de sus trucos, que habían conseguido que su admirador y protector llegara a sentarse en el sillón de presidente, debieron cambiar de canal a los diez minutos. No había magia y sin ella tampoco existía el mago. Tan solo un chico normal de Donosti en busca de un nuevo futuro.
En su memoria no existe la palabra fracaso. Ese papel se lo dejó a José Luís Abalos, el expulsado del Paraíso que fue el culpable de colocar un pedestal bajo los pies de Isabel Díaz Ayuso y darle al Partido Popular un chute de adrenalina. Jamás de los jamases se le ocurrió murmurar en los oídos de Sánchez que había de darle todo el oxígeno mediático posible a Vox para romper la unidad de la derecha. Esa maldad no entraba en su manual de consultor estratégico.
De igual manera que se cubre su progresiva calvicie con un flequillo extra largo y bien sujeto, Ivan cubrió su salida de La Moncloa con sucesivas capas de frases negras que, al igual que ocurre con la lava del volcán de La Palma, cubrieron de ceniza su inmediato pasado.
Por mucho que se empeñara Evole en conducir en zig zag por la carretera de la memoria de los distintos ayeres de su invitado el resultado fue siempre el mismo: orillado en el arcén, llena de polvo la carrocería del programa. El peregrino político que es Ivan Redondo tiene un valor de mercado importante pero no por su pericia de consultor o vidente, lo que le da valor para cualquier gran empresa que no tenga miedo a enfrentarse al actual líder político que reina en el palacio de La Moncloa es su memoria de los últimos mil días vividos.
Pudieron los dos, entrevistador y entrevistado, hacer un programa divertido ya que era imposible que fuera trascendental. Lo que era importante no podía ser contado y el refugio para fijar a los asiduos del otro lado de la pantalla debieron ser las anécdotas del poder. Ni más ni menos. Jordi Evole esperó demasiado de Ivan Redondo y éste desaprovechó su gran ocasión de volver a brillar como “entretenedor” político en la televisión, justo cuando los políticos que fueron y ya no son se han adueñado del afán tertuliano de las cadenas.