Si en los primeros meses de su mandato, Joe Biden trató de distanciarse y hasta de derogar muchos de los acuerdos internacionales realizados por su antecesor Donald Trump, en la actualidad la Casa Blanca no solo se aferra a la política exterior de Trump sino que la celebra, como ha ocurrido recientemente con el primer aniversario de los “Acuerdos de Abraham” entre Israel y los Emiratos Arabes Unidos.
A comienzos de verano, el propio Joe Biden se refería todavía negativamente a estos acuerdos como “una marca creada por la administración Trump que significa algo metahistórico, transformador, bíblico e incluso religioso”, ahora los abraza y los quiere ampliar a otros países del Golfo Pérsico, como Bahréin, Marruecos o Sudán.
El secretario de Estado, Antony Blinken, celebró una reunión virtual en septiembre con sus homólogos de Israel, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Marruecos para celebrar el primer aniversario de los "Acuerdos de Abraham".
A esta video conferencia siguió ya en octubre una cumbre en Washington donde se reunieron el ministro de Exteriores de los Emiratos, Abdullah bin Zayed Al Nahayan, con su homólogo israelí, Yair Lapid, y con Blinken, para analizar varios temas comunes y principalmente el que más preocupa a Israel, Irán.
El ministro emiratí advirtió que “no debería haber un nuevo Hezbollah en Yemen que amenace a las fronteras de Arabia Saudí”, refiriéndose a las guerrillas hutíes apoyadas por los iraníes y declarando que no podían permitir que se repita “ la experiencia del sur del Líbano en Yemen”-
Más directos fueron Blinken yLapid. El jefe de la diplomacia israelí subrayó que Irán se había convertido en “una amenaza para la seguridad en la región” debido a su desarrollo nuclear, con lo que Blinken señalando que Irán “está postergando y aprovechando el tiempo para desarrollar su sistema nuclear”, para añadir que “las conversaciones sobre el acuerdo nuclear no permanecerán abiertas para siempre”, y que “la intransigencia iraní complica las cosas”.
Desde tiempos de Bush y sobre todo de Barak Obama, Israel está tratando de que Estados Unidos se implique en un ataque a Irán, cosa que podría ser más factible si el resto del los países islámicos lo respaldan, como ya lo hace Arabia Saudí.
El otro punto caliente en el que se está implicando cada vez más Estados Unidos, primero con Trump y ahora con Biden, es el del norte de Africa, donde el conflicto sobre el Sahara divide a Marruecos y Argelia. Todo empezó cuando Trump decidió apoyar públicamente la ocupación marroquí de la antigua colonia española, lo que provocó el enfado argelino e incluso el de algunos países europeos, como Frania y Alemania.
Marruecos es el único país africano que tiene un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y ha cerrado prácticamente sus fronteras con Ceuta y Melilla para reforzar sus propios puertos como importadores y exportadores de su productos. El rey Mohamed VI y el nuevo primer ministro Aziz Ajanuch tienen mucha confianza en el apoyo norteamericano para iniciar su despegue económico en el que el Sahara tendrá una participación importante.
Tras la derrota del Partido islámico, que ha controlado el gobierno durante los últimos diez años, el nuevo gabinete marroquí está procediendo a hacer una límpia de los grupos islámicos más radicales para atraer las inversiones extranjeras que no se fiaban del futuro de un país amenazado por turbulencias religiosas y sociales, como le está ocurriendo a muchas otras naciones africanas.
Estados Unidos e Israel también están muy interesados en la carrera armamentística marroquí que ya ha anunciado la adquisición de drones, misiles de corto y medio alcance, vehículos blindados y tanques, que será aun mayor cuanto más se deterioren sus relaciones con Argelia.
El otro gran escenario exterior, el de China, también ha sido muy criticado por sus socios europeos de la OTAN, especialmente tras el acuerdo militar filtrado entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia (Aukus) para hacer frente al “enemigo” chino. El más perjudicado con este acuerdo ha sido Francia, cuyo presidente Macron ha denunciado que junto al pacto se ha suscrito un contrato de compra por parte australiana de submarinos nucleares norteamericanos, rompiendo un compromiso anterior con los franceses.
A diferencia de sus antecesores, la actividad exterior personal de Biden ha sido casi inexistente en los meses que lleva de presidente. Salvo el viaje a Europa para asistir a la Cumbre del G7 en el Reino Unido y a la reunión de la OTAN en Bruselas, no ha realizado ningún otro viaje.
Biden tampoco ha sido muy generoso en sus audiencias a líderes internacionales en la Casa Blanca donde solo la han visitado, por ahora, los reyes de Jordania, la canciller Angela Merkel, y el primer ministro iraquí Mustafa al-Kadhimi. Tampoco la vicepresienta Hamala Harris está muy interesada en los grandes temas internacionales. Todo se lo dejan a Tony Blinken.