NACIONAL

Las sombras chinescas de las promesas de Sánchez

Pedro Sánchez saluda a Joe Biden en Roma.
Rafael Gómez Parra | Martes 02 de noviembre de 2021

¿Habrá derogación real de la reforma laboral del PP? ¿Bajará el precio de la luz? ¿Se derogará la ley mordaza? ¿Subirá el salario mínimo? ¿Se actualizarán las pensiones? ¿Bajarán los alquileres?. Estas y otras promesas del Gobierno Sánchez-Podemos están en el alero sin que finalmente se sepa qué ocurrirá porque el presidente tan pronto dice una cosa como la contraria. Es la fórmula Sánchez para gobernar en minoría.



La misma pregunta podría hacerse sobre las negociaciones con los independentistas catalanes. Como escribió hace poco el cantante Lluis Llach, el presidente socialista ha conseguido convertir la mesa de negociación entre Madrid y Cataluña en una mesilla de noche “que es más práctica para dormir. ¿Y qué os pensabais? Mientras dormís esperando, vendrán los hombres del saco, conocidos de todo el mundo".

En el juego de sombras chinescas es las que se ha convertido la política española, nada es lo que parece, ni nadie sabe a ciencia cierta quien maneja los títeres que proyectan sus sombras en un espectáculo que cada vez da más miedo al ciudadano de a pie que no sabe a que carta quedarse.

Marx decía que no hay nada más anárquico que el capitalismo y en los últimos tiempos estamos asistiendo a un ejemplo claro de ello. Nadie sabe o nadie explica el por qué ocurren las cosas en el mundo de la economía y sobre todo del consumo. Los productos suben y bajan –sobre todo suben- sin que los gobiernos –no solo el de España- puedan hacer absolutamente nada.

El propio “emperador” Joe Biden ha declarado en el G20 celebrado en Roma su preocupación por la falta de garantías en el sistema de transportes de mercancías que ya hizo que las gasolineras británicas se quedaran sin suministros unos días obligando a Boris Johnson a usar camiones cisterna del ejército.

Si eso le ocurre al jefe del imperio figúrense ustedes lo que le ocurrirá a Pedro Sánchez que, sin embargo, sigue presumiendo de poder controlar el precio de la luz. Incapaces de decir la verdad de que no pueden controlar los productos básicos para la vida del ciudadanos, los políticos han optado por prometer lo imposible con la casi seguridad de que nadie les va a pedir cuentas.

Le ocurrió a José Luis Rodríguez Zapatero cuando le cayó encima la crisis bancaria con sus hipotecas basura y le está pasando lo mismo a Sánchez con la energía. Si la luz baja será un milagro mientras tanto él solo puede prometer y prometer sin base alguna.

Cuando el dirigente socialista firmó con Pablo Iglesias el famoso Pacto de Gobierno ya sabía que la mayor parte de las cosas que reclamaba Podemos no las iba a poder cumplir, pero eso no le importó entonces ni ahora.

La promesa de derogación de la reforma de la ley laboral que aprobó el gobierno de Rajoy se ha convertido en un espectáculo que en otros tiempos hubiera servido como argumento a un sainete de don Ramón de la Cruz. Tan pronto el presidente afirma que se va a derogar la Ley laboral, como insiste en que solo se va a reformar parcialmente, o rectifica al día siguiente para jurar que se solo va a adaptar a los tiempos modernos. Depende del público al que se dirija su actuación.

No son más que juegos de palabras que las sombras chinescas que se proyectan en la pantalla política –las de Yolanda Díaz, Nadia Calviño, los dirigentes empresariales y sindicales- se limitan a comentar en público y a tratar de que parezca que ellos son los ganadores del fantasmagórico combate político.

En realidad ninguno de esos personajes se muestran tal cual son, solo vemos sus sombras proyectadas, cuando chocan o se pelean no lo hacen ellos, sino sus sombras. Al final, como ocurre tras cada una de los procesos electorales, todos se declararán vencedores. Nadie admitirá ser un perdedor.

Si mañana faltan productos energéticos –se va la luz o falta gasolina- o tienen los ciudadanos que almacenar alimentos –como aconsejan ya los políticos austriacos- ya verán ustedes como Pedro Sánchez o Pablo Casado –igual da que da lo mismo- correrán a prometer que van a arreglarlo aunque en realidad no sepan cómo van a poder hacerlo porque sencillamente tampoco entenderán por qué ha ocurrido.