Se está desarrollando un conflicto en el mercado de divisas en el que el dólar registra una apreciación muy poco pronosticada y de evolución incierta, en un momento en el que hemos de presupuestar.
Más que a la manifestación de distintas expectativas acerca de los tipos de interés entre los grandes bancos centrales del mundo, la apreciación responde al choque de visiones entre bancos centrales y mercados respecto a las acciones que deben de tomarse para enfrentar las consecuencias de las disrupciones generadas por la lucha frente al Covid.
explicación insuficiente
Inicialmente se pensó que las tensiones desaparecerían con las vacunas, y con estas, la enfermedad. No está siendo así, y de nuevo se adoptan restricciones que alimentan las tensiones en distintas áreas y mercados. Esto se traduce en alzas de precios, que en esta fase han de convivir con políticas de estímulo fiscal a gran escala, de muy difícil de retirada en estas circunstancias, y que vuelven a dejar en el centro de la acción a la política monetaria.
El leve incremento del diferencial de intereses entre EE.UU. y Europa juega un papel en la ruptura a la baja de niveles considerados críticos en la zona de 1,15 y que, en gran medida, ha sido causa última de la “caída libre” del par de los últimos días.
Pero quedarnos con esta combinación de expectativas de tipos y ruptura de niveles como argumentos principales, es insuficiente para enhebrar una respuesta a la pregunta de qué podemos esperar.
Es posible que, con ocasión de entrar en la semana de Acción de Gracias, tengamos oportunidad de ver alguna corrección, más aún si se diese la circunstancia de que se anunciase, algo que se supone inminente, bien la confirmación, bien el relevo, en la presidencia de la Reserva Federal.
Un relevo lo haría más fácil, porque la alternativa es alguien de similar perfil en lo monetario, pero mucho más proclive a la regulación del sector financiero, y por lo tanto de política más incierta.
situación transitoria
El dólar puede estar cotizando una situación transitoria en la que la brecha entre oferta y demanda es ahora más amplia en EE.UU, y eso se traduce en expectativas de tipos nominales más altos, pero también supone tipos reales más bajos, porque los mercados compran una parte del relato, y aunque creen que la inflación acabará por controlarse, será a condición de que las políticas de estímulo monetario se frenen antes.
Así lo refleja la curva de rendimientos norteamericana, donde los tipos de corto suben moderadamente, pero los de largo bajan incluso con mayor intensidad.
Esta combinación supone un atractivo temporal para los capitales. Atrae capital a corto, pero también a largo y por esa brecha es por donde se está abriendo paso un dólar más fuerte. Los mercados, al tiempo que compran el largo plazo, están forzando a la Reserva Federal a que responda, y esto va a continuar un tiempo, de modo que es posible que veamos al dólar todavía algo más firme a condición de que se asiente por debajo de 1,15.
El resultado final se revelará, sin embargo, en su contra. Al margen de sus desequilibrios fiscal y por cuenta corriente, la necesidad de responder a lo que el mercado pide ahora, no deja de ser un dilema diabólico en el que te ves impelido a responder a la inflación, sin una gran convicción, y por lo tanto manteniéndote por detrás, sabiendo que con ello no resuelves el problema de los precios, pero arriesgas a castigar la demanda y a sacrificar crecimiento.
Contra lo que ahora aparenta, no será 2022 un año cómodo para el dólar.