Si en algo coinciden todas las encuestas que se publican cada semana es en el faltal destino de Ciudadanos de cara a las citas con las urnas. El desastre que llevó al abandono de su fundador se ha repetido en la Comunidad de Madrid hace apenas unos meses. Las urnas fueron el mejor y más preciso de los sondeos. Aquellos prometedores 629.940 votos que les dieron 26 escaños en la Asamblea madrileña el domingo 26 de mayo de 2019 fueron un espejismo.
Con más datos se ve mejor el desolador panorama: en las elecciones generales de diciembre de ese mismo 2019 Ciudadanos obtuvo 1.650.318 votos y se quedó en 10 escaños. En la Comunidad de Madrid consiguió que 319.310 ciudadanos apoyaran sus siglas en ese mismo escenario. De mayo a diciembre, en tan sólo siete meses se había quedado en la mitad. Siguió la caída: dieciseis meses más tarde, en los comicios autonómicos que ganó Isabel Díaz Ayuso con más que sobrada ventaja sobre el resto de competidores, el partido de Inés Arrimadas se quedó en 130.237 votos, un sesenta por ciento menos y cero escaños.
Resumen estadístico en la Comunidad de Madrid, con cambios de liderazgos, abandonos notables y traiciones claras: en dos años Inés Arrimadas tiene que asumir que a su partido le han abandonado quinientos mil madrileños y que de 26 escaños autonómicos ha pasado a cero. Cifras y encuestas se superponen para un diagnóstico muy duro: por ese camino, tras las próximas elecciones generales, no habrá ningún dirigente de Ciudadanos, ni en el Congreso, ni en el Senado.
¿Dónde han ido a parar ese medio millón de votantes?. La respuesta es muy sencilla: al Partido Popular y a Vox, puede que en alguna Comunidad o Ayuntamiento se desplace hacia el PSOE, pero si ocurre será muy minoritario. Quedarse en mitad del camino, sin dejar claro si viajará hacia la derecha o hacia la izquierda, siempre se paga en las urnas, sobre todo cuando los votantes se radicalizan y exigen “claridad” a los políticos, pese a las dudas sobre el cumplimiento de las promesas que hacen.
Arrimadas tiene muy pocos claves a los que agarrarse. Pues de hacerlo en Castilla y León si Francisco Igea consigue mantener al partido en el Parlamento autonómico, lejos en cualquier caso del puesto de vicepresidente tras los pactos con el PP y la renuncia a hacerlo con el PSOE. No le gusta su candidato, con el compitió por la presidencia del partido, pero no tiene alternativas. Si ocurre lo mismo que en la Autonomía madrileña los sueños ya se habrán convertido en pesadillas y asistiremos a más abandonos, a más traiciones, a más errores y el adiós de la cuarta tentativa de construir un centro liberal en España desde la restauración de la Democracia.
El otro gran clavo está en Andalucía, con el incierto Juan Marín basculando entre el mantenimiento de los apoyos al popular Juanma Moreno en el Gobierno o la ruptura cuando todo indica que el presidente de la Junta se dispone a convocar elecciones en esta Primavera. Si Ciudadanos sobrevive la pequeña “victoria” se la apuntará el dirigente territorial y no Arrimadas. Hasta ahora desde las dos formaciones políticas han negado la posibilidad de listas conjuntas, y a Moreno, desde la direcciuón nacional del PP, le insisten en que no hay que parar el derrumbe del partido centrista, Pablo Casado necesitará el trasvase de todos los votos posibles y en toda España.
Del futuro en el resto de Comunidades es mejor no hablar para no herir más a su presidenta. Da lo mismo que se mire a Murcia que al País Vasco. Llanto y crujir de dientes.
Puede que existe una diminuta alcayata, que no clavo ardiendo, si Begoña Villacís se mantiene como líder de Ciudadanos en el Ayuntamiento de la Capital del Reino y no pasa a engrosar la filas del PP convencida por los buenos oficios del alcalde Almeida.