Martes 21 de octubre de 2014
En ocho minutos el Rey les ha dicho a los políticos que piensen más en política y menos en economía para salir de la crisis; y nos ha dicho al resto de españoles que tengamos paciencia limitada ante la acumulación de recortes y malas noticias que nos acompañan un día si y el otro, también.
El tradicional y programado discursó del Jefe del Estado en las fiestas navideñas ha servido para comprobar que en la Casa Real han cambiado varias cosas en este año 2012 que se cierra: se han dado cuenta de qué era necesario cambiar en la política de comunicación hacia los ciudadanos, de que no se podía seguir con la rutina ante la realidad del país, por un lado, y la realidad de la extensa familia real por otro. Han comprendido que juntó al peligro cierto que acecha a la democracia que nos dimos todos hace 35 años, ese mismo peligro corre la institución monárquica, ambas unidas de forma clara y rotunda desde el ya lejano 23 de febrero de 1981, cuando algunos militares intentaron cambiar el rumbo de España a la antigua usanza, con un levantamiento contra el orden institucional. Desde entonces es imposible concebir una monarquía sin una estructura democrática del estado, si bien si es concebible ese mismo estado sin la forma monárquica. Esa es una de las grande diferencias que don Juan Carlos ha percibido en estos meses y se ha puesto manos a la obra para que no suceda.
El discurso, y vuelvo a esos ocho minutos ante las cámaras estuvo sobrado de atrezzo, de decorado, demasiado detalles en el "escenario" del despacho del palacio de La Zarzuela, desde las fotografías a los libros amontonados a la espalda del monarca; desde la foto de su antepasado el Infante Felipe al pequeño Belén; desde las tomas desde tres ángulos distintos a la aproximación inicial desde el exterior y la hoja de papel que se deja sobre la mesa. Si se intentaba trasladar la imagen de un Rey en pleno trabajo y en posesión de sus facultades se podría haber conseguido sin tantos adornos. Es más, don Juan Carlos transmite mucho mejor desde la cercanía y con los mínimos efectos "especiales". La naturalidad siempre ha sido una de sus características, la mejor y más cercana para los españoles.
Si dejamos las formas - que son importantes tras las operaciones y convalecencias que han llevado a unos cuantos impacientes a volver a la cantinela de la abdicación como sí èsta fuera una especie de bálsamo de Fierabras contra el desgaste de toda la estructura de poder del estado - y vamos al fondo, el Rey ha pedido más política y menos economía, o por lo menos ha " señalado" a los políticos que no se subordinen en todo y para todo a la economía y sus aparentes exigencias imperiosas e irrenunciables.
Una crítica suave, indirecta, con menajes que deben ser interpretados por los medios de comunicación para su exacta comprensión, en una época en la que los medios y sobre todo los ciudadanos están exigiendo claridad en lo que que quiere decir y liderazgos para llevar adelante al estado en este momento de fuertes tormentas.
Mensajes indirectos también hacia la Cataluña de Artur Más y sus deseos independentistas - increíble las palabras del presidente de la Generalitat de que no había tenido tiempo de escuchar el discurso, al igual que las explicaciones sobre la "desaparición" de la foto del Rey por cuestiones de protocolo - y ausencias importantes, empezando por trasladar al futuro la solución y el remedio a los problemas de la gran mayoría de los ciudadanos al reclamar paciencia y generosidad por las medidas del Gobierno. Algo que sonaba y suena a mesiánico al prometer la recompensa a los sacrificios.
Los millones de parados no creo que se hayan reconocido en las palabras del Rey, ni que estén dispuestos a acumular sacrificios por un bien futuro que no saben muy bien en que consiste, ni cuando llegará. En cuanto a los políticos, no creo que se sientan aludidos hasta el punto de entender que, efectivamente, la crisis global y española tiene raíces políticas y debe resolverse desde la política " con mayúscula" y no sólo desde la acumulación de medidas económicas en una sola dirección.
Don Juan Carlos, como Jefe del Estado, tiene capacidad para algo más que para servir de moderador, para algo más que reinar y no gobernar, puede y debe impulsar ese acuerdo entre las fuerzas políticas para que todos vayamos en la mismas dirección, puede convocar a sus principales líderes, puede llevarles a una mesa de encuentro y no de desencuentro y choque. Lo que esta en juego es España, desde su estructura política a su futuro económico, y junto a España la Monarquía, también con mayúscula. Tenemos un largo, complicado, difícil y nada halagüeño año para comprobarlo.
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