Se trata de cerrar heridas sin crear nuevas, de cerrar etapas y no de conseguir lavar con más sangre las heridas recibidas, por más dolorosas que hayan sido
El diputado europeo, ex vicesecretario de Comunicación con Mariano Rajoy, ex consejero de Cultura en Valencia con Francisco Camps y amigo de otros cinco “condenados” por Pablo Casado y Teodoro García Egea tras hacerse con el poder en el laberinto de las ambiciones que siempre ha sido la sede central de los populares en la calle Génova, es el encargado por el futuro jefe de la derecha de organización el XX Congreso del PP en Sevilla en los primeros días de abril.
Para hacerlo, González Pons, al que su hijo define como “un escritor metido a político“ contará con esos cinco representantes de la llamada “vieja guardia“ del partido, todos conocedores del antes, del hoy e incluso del posible mañana de los populares. Fernando Martínez Maillo, Rafael Hernando y Carlos Floriano o tuvieron el premio de consolación que han recibido aquellos que ostentaron poder gerencial y directo en el núcleo duro de la calle Génova, un puesto en el senado, una suerte de invernación hasta que los tiempos cambiasen. Ya han cambiado, de igual forma que lo han hecho para tres incombustibles y veteranos como Pio García Escudero, Juan Carlos Vera y Marilé de Andrés. Su particular venganza hacia Teo García Egea ya ha sido satisfecha. Ellos vuelven y él se aleja.
Un adiós que el gran componedor de alianzas y amistad es que es González Pons no quiere que sea largo, ni distante. En su contestación sin nombre a la presidenta de la Comunidad madrileña, ya le ha dicho que tanto el casi ex presidente Casado como el ex secretario general tienen una misión que cumplir y una futuro en el futuro inmediato del Partido Popular. Se trata de cerrar heridas sin crear nuevas, de cerrar etapas y no de conseguir lavar con más sangre las heridas recibidas, por más dolorosas y personales que hayan sido.
Las meigas regresan a sevilla
Treinta años más tarde y por las mismas fechas del inicio de la Primavera el Partido Popular regresa a la capital andaluza para iniciar una nueva etapa. En 1990, Manuel Fraga, tras consultar a las meigas gallegos en una de sus famosos queimadas dejaba el poder en manos de José María Aznar, que era elegido entre cartas rotas y enfervorizados aplausos de tres mil dirigentes del partido como el primer presidente de un partido que cambiaba su nombre, el de Alianza Popular, por el de Partido Popular. La posterior e implacable guillotina caería después sobre las cabezas de los antiguos siete magníficos, los representantes de los siete partidos de la derecha que se aglutinaron en torno al presidente fundador, ex ministro de Franco y ex embajador en Gran Bretaña.
Con un 96% de los votos, sin nadie en contra, once votos nulos y 70 en blanco, José María Aznar inició su larga marcha para conquistar el poder y el palacio de La Moncloa. Tardó seis años en conseguirlo pero derrotó al que parecía invencible líder de los socialista, Felipe González.
A su lado, para ayudarle en la “refundación” del partido tuvo a Francisco Alvarez Cascos y a otro de los dirigentes que siempre parecen regresar de sus propias cenizas como el Ave Fenix, el democristiano y sevillano Javier Arenas, el único que ha derrotado en las urnas al PSOE andaluz pese a no conseguir el Gobierno autonómico. Lo logró en 2012 obligando a su rival, Manuel Chaves, a pactar con Izquierda Unida para conservar el poder desde el palacio de San Telmo. Sin aquella victoria tali vez Juanma Moreno no sería presidente y uno de los grandes apoyos con los que va a contar el político gallego.
La presidenta madrileña no está cómoda con la previsible solución interna para sus dos grandes enemigos interiores, pero no puede hacer otra cosa que centrarse en su propio futuro: presidir el PP de la Comunidad, presentarse a las elecciones de mayo de 2023 y ganarlas. El cierre del expediente que se abrió contra ella y que ha dirigido Andrea Levy le ha permitido a Núñez Feijóo que cree firmemente en su honorabilidad pero contiene tres palabras inquietantes: “en estos momentos”, una especie de granada con espoleta retardada a la espera de lo que haga y diga la Fiscalía del Estado.