Diez años después diecisietes presidentes de las 17 Comunidades autónomas se vieron las caras con el presidente del Gobierno, uno menos con el Rey Felipe VI, el de Cataluña, en un nuevo gesto de grosería política que no tiene, ni tendrá castigo alguno. Se buscaba una foto y se logró.
Una Conferencia dedicada la mayor parte de las siete horas a las consecuencias de la guerra de Ucrania, y apenas abordar los problemas cotidianos de los ciudadanos que les han votado. Si Pedro Sánchez quería llevar se a Bruselas un zurrón de unidad lo ha conseguido. Los demás se conformarán con lo que les vaya contando el presidente del Gobierno, que les ha regalado una exclusiva mundial: España va a promover en primera línea el llevar a Vladimir Putin ante la Corte Penal Internacional. Por gestos ante el presidente de Estados Unidos que no quede.
De las brutales subidas de la energía y de los alimentos en general, vagas referencias a las medidas fiscales que ya se están aplicando con escaso o nulo resultado.
Pedro Sánchez se sentó por delante del resto, en un tridente visual en el que le escoltaban las vicepresidentas socialistas, pero no la representante de Unidas Podemos. La palpable división en el seno del Gabinete continúa por más que el gusto por el sillón y el control de millones que representa lo mantenga artificialmente unido.
El Gobierno de España se ha propuesto conseguir una plaza entre los países que deciden en Europa sin sopesar las consecuencias que produce el intento. Pasar del cero al infinito necesita de un motor que nuestro país no tiene, ni en lo político, ni en lo financiero, ni en lo social. Tenemos más deuda que nunca, más paro real que nunca y las diferencias entre los ingresos de las familias y el gasto básico que les agobia cada día aumenta.
Los ricos son más ricos y los pobres más pobres. Esa ecuación es muy antigua y la guerra en Ucrania acelerará las diferencias. El presidente Sánchez lo ha vuelto a recalcar: la crisis en Ucrania y en el resto de Europa va a ser mucho más larga de lo que todos pensaban. Más larga y más dura.
Ahí es donde la Conferencia de La Palma - un guiño innecesario de apoyo mientras sus habitantes se quejan de la lentitud de las ayudas prometidas- ha hecho aguas. Promesas de recortes fiscales, que es lo que pedían los presidentes del PP con Alberto Núñez Feijóo a la cabeza junto a la incombustible Isabel Díaz Ayuso, que serán imposibles de cumplir pues los 70.000 millones que Nadia Calviño ya ha pedido que nos adelante Europa tiene como condición que España recorte su gasto estructural, no que lo aumente.
El gesto habitual del presidente de Cataluña, Pere Aragonés, hacia el Jefe del Estado, que es el Rey, sigue siendo una coartada independentista, al igual que lo es la falta de presencia de la vicepresidente segunda, Yolanda Díaz. Uno y otra persiguen lo mismo: enviar a los suyos el equívoco y falso mensaje de que representan a la oposición mucho más que la propia oposición, que hacen bueno el refrán de “nadar y guardar la ropa”. En eso siempre les ganará por goleada el presidente Sánchez, el líder que ha hecho de la ductilidad una de sus mejores y más claras características.
Se puede reivindicar la República y estar en contra de la Monarquía pero Felipe VI es el Jefe del Estado y ese cargo exige un respeto. De igual manera si no se está de acuerdo con la política exterior del Gobierno con sus envios de armas a Ucrania, se dimite y se crítica desde el exterior. Las ideas están para defenderlas no para utilizarlas como un desodorante.
El presidente vasco, Iñigo Urkullu, mantuvo el gesto de disgusto toda la Conferencia. Distante con Sánchez y algo más cercano con Feijóo conoce el arte de la negociación a espaldas de la mayoría. Desde Vitoria se consiguen más cosas que desde La Palma. Se lo pueden preguntar a la última de sus víctimas, Mariano Rajoy.
Hablar de presidentes sin hacerlo de Díaz Ayuso es imposible. La representante de la Comunidad de Madrid tiene una virtud por encima de todas las demás, y de sus defectos que son varios y muy visibles, no defrauda. Si de o ponerse a Sánchez y sus medidas ella está la primera; y si de pedir se trata les lleva la delantera al resto de sus iguales.
Una reflexión que no han hecho y que deberían hacerlo: antes de la invasión de Ucrania, antes que desde Moscú decidieran que iban a destruir a todo un país, antes de que el petroleo, el gas, los de cereales y el aceite comenzaran una escalada imposible de soportar, ya existían los aumento de precios y la presión sobre los hogares españoles.
Kiev puede convertirse en un enorme paraguas que proteja a todos los gobiernos de Europa, pero seamos conscientes de que cada euro que se invierta en Defensa tendrá que reducirse de otras áreas. Rearmar a un Continente ya estamos comprobando que tiene un enorme precio, en vidas y en esperanzas.