Los intentos de Boris Johnson de ocultar sus vergüenzas y su desastroso gobierno aprovechando la guerra de Ucrania parecen llegados a su fin en un país donde los medios de comunicación no dependen tanto del gobierno de turno, como en España. Si antes de Ucrania, su futuro estaba en el alero, ahora los problemas resurgen con más fuerza.
Tras la multa que ha impuesto al primer ministro británico Scotland Yard por violar el confinamiento que él mismo impuso a los ciudadanos para evitar la propagación de la pandemia de Covid, Johnson no ha tenido más remedio que pedir perdón en el Parlamento, pero exigiendo a continuación a los diputados conservadores que bloqueen la investigación sobre su comportamiento que exigen los demás partidos, además de negarse a dimitir.
La propia prensa británica le acusa de intentar superar la crisis de gobierno recurriendo a la guerra de Ucrania como una tapadera para que no se critiquen sus acciones de gobierno. Una caricatura del “Times” del dibu¡jante Peter Brookes resume lo que piensa gran parte de la opinión pública.
Hasta el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, la máxima autoridad de la iglesia anglicana ha tenido que escuchar cómo Boris Johnson le echara en cara que protestara más por el plan del gobierno de abrir centros de confinamiento en Ruanda -para enviar allí a los cada vez más numerosos inmigrantes que cruzan en patera el Canal de la Mancha-, que por la guerra de Ucrania.
La acusación de Jonson ha sido calificada por la iglesia católica británica como un "insulto vergonzoso" contra su máximo representante, abriendo así una nueva vía de agua en el Titanic en que se está convirtiendo la legislatura del líder tory.
La ministra británica del Interior, Priti Patel, ha firmado ya en la capital ruandesas, Kigali, un acuerdo de más de 144 millones de para reenviar a ese país a gran parte de los inmigrantes irregulares interceptados cada año en el canal de la Mancha, a los que Downing Street considera“emigrantes económicos”.
“Nuestra compasión puede ser infinita, pero nuestra capacidad para acoger personas no lo es”, había recalcado Johnson para justificar su decisión, lo que ha llevado al arzobispo de Canterbury a denunciar el asunto afirmando en su sermón de fin la Pascua que el plan del Gobierno conservador británico de emigrantes a Ruanda plantea cuestiones éticas y "no pasa el juicio de Dios".
Welby, que en su juventud fue un prominente empresario petrolero, recalcó no poder “soportar el peso de nuestra responsabilidad nacional como país formado por valores cristianos, porque subcontratar nuestras responsabilidades, incluso a una nación que busca hacer las cosas bien como Ruanda, es lo contrario de la naturaleza de Dios, quien tomó personalmente responsabilidad por nuestros fracasos".
El arzobispo criticó también duramente la brutal subida de los precios y el encarecimiento de la vida, además de rogar por el fin de la Guerra de ucrania con un acuerdo entre las partes implicadas, cosa esta última que a Boris Johnson le pareció insuificiente a tenor de su respuesta.