SOCIEDAD

El libro, los lectores y los famosos

Diego Armario | Sábado 23 de abril de 2022

Celebramos en el Día del libro y una reciente camada de hombres y mujeres simbolizanla nueva literatura” cuyo valor más preciado no siempre es el contenido ni la estética formal con la que se escriben las historias que cuentan los autores, sino la popularidad previa que han adquirido gracias a su actividad en las televisiones , el número de seguidores que tienen en sus redes sociales o la imagen que han consolidado en espacios mediáticos ajenos al mundo del libro. Antes habia escritores famosos pero ahora hay famosos que escriben.



Este dato no prejuzga la calidad de los trabajos por los que apuestan algunas editoriales, pero sí refleja una política empresarial que desde hace años han puesto en marcha, incluso en los Concursos literarios que convocan , cuyos ganadores han sido en ocasiones invitados por la organización a participar como preseleccionados, antes de escribir su obra.

En la Feria del Libro de Madrid o de Barcelona, las colas más largas de lectores se forman en torno a las casetas en las que firman sus libros escritores de reconocido prestigio, pero a veces se ha juntado un grupo de seguidores mucho más numeroso ante personajes como Belén Esteban o Raphael que firmaban ejemplares de sus autobiografías , por no citar a otros, cuyos “negros literarios” están perfectamente identificados por la gente del sector.

Desde un punto comercial la idea es perfecta, hasta el extremo de que editoriales de prestigio que jamás se habían prestado a publicar un manuscrito que no cumpliese estrictamente sus criterios de calidad literaria, interés de la trama, valor histórico o de actualidad, hoy tienen sellos editoriales de autoedición que ofrecen sus servicios a escritores cuyas obras previamente han rechazado, y no tienen inconveniente en hacer negocio con un texto que habían considerado que era mediocre.

Cada uno hace su negocio con los criterios que le definen, y como algunos empresarios del sector han comprobado que existe una fiebre epidémica que lleva a mucha gente a querer publicar un libro cuando hace unos años no se le habría ocurrido, han visto en una oportunidad de negocio complementario que da satisfacción a los que ya ha plantado un árbol y ha tenido un hijo.

Conozco editoriales que preservan el prestigio de su sello, no traicionan su filosofía empresarial. se niegan a entrar en ese juego y es de justicia subrayar la dignidad de esos editores.

Pero no todo siempre fue así. Más de una vez me he preguntado cómo se imaginaron su oficio los grandes clásicos de la literatura del siglo XVI cuando creaban obras literarias sabiendo que no era fácil publicar porque solo una parte de la población sabía leer y escribir y por lo tanto no podían aspirar razonablemente a que sus esfuerzos creativos fuesen compensados por el placer de la fama universal y el premio de una vida mejor y bien remunerada.

Entonces no imaginaron que siglos después serían traducidos, conocidos y estudiados en todo el mundo, porque cuando publicaron sus obras una mayoría de la población era iletrada y solo a través de la lectura grupal que hacía un lector de la novela, podían conocer y disfrutar de esos textos, como refleja en su trabajo “Analfabetismo y cultura letrada en el siglo de Cervantes”, la profesora Leonor Sierra, que explica este fenómeno de socialización de la lectura para que accedieran a ella no solo las clases privilegiadas, que por entonces además del clero eran los nobles y algunos sectores profesionales.

Hoy el analfabeto tiene un perfil distinto, porque no sabe que lo es.


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