El presidente de la Junta de Andalucía quiere ayudar a cerrar -con la convocatoria de elecciones para el 19 de junio- el anillo político que el PP está poniendo en marcha desde el grave error que cometiera el equipo socialista de Pedro Sánchez con la moción de censura en Murcia. La crisis difícil situación económica, el acuerdo con Marruecos y la guerra en Ucrania son parte de ese anillo.
El presidente de la Junta de Andalucía quiere ayudar a cerrar el anillo político que el PP está poniendo en marcha desde el grave error que cometiera el equipo socialista de Pedro Sánchez con la moción de censura en Murcia. La crisis difícil situación económica, el acuerdo con Marruecos y la guerra en Ucrania son parte de ese anillo.
El candado lo tiene entre sus manos Núñez Feijóo. La derecha económica lo vio formarse, contribuyó a ello y apostó por un cambio de manos. Pablo Casado no les merecía la confianza suficiente y convirtió a Isabel Díaz Ayuso en la daga perfecta para desalojar al que era presidente del PP y posible inquilino de La Moncloa de la dirección del partido.
El presidente de la Xunta gallega estaba esperando. Con paciencia, en un segundo plano, para que sus manos no estuvieran manchadas por la sangre de su compañero. Siempre se presentan voluntarios en la vida política. Tienen un olfato especial y detectan al cadaver cuando éste aún camina ajeno a su próxima muerte. Casado se quedó sin escuderos, sin defensa y no quiso prescindir de su visir. Hizo bien por muy mal que lo hiciera - y lo hizo - Teodoro García Egea. Ninguno de los dos cumplía con los requisitos necesarios.
Si en ese drama del Partido Popular alguien comprendió con rapidez que no había llegado su hora fue la presidenta madrileña. Tendría que esperar y está dispuesta a hacerlo. Algo que le diferencia de sus dos antecesoras en el cargo. Ni Esperanza, ni Cristina supieron que los algoritmos económicos no arrojaban sus nombres sobre el tapete del gran juego nacional. Quisieron oponerse a su papel de dirigentes regionales y podemos decir que ambas “ murieron con las botas puestas”. El tiempo les recompensará pero no con la gran silla del poder.
Díaz Ayuso es una de las partes fundamentales del cerrojo de la derecha española. La misma que ya le ha trasladado a Santiago Abascal que debe conformarse con sumar votos y escaños pero al servicio del nuevo presidente del PP. La lección francesa del pasado domingo se completará con la de mediados de junio. En España una dividida derecha puede desalojar a la también dividida izquierda del poder, pero siempre con una imagen liberal y de centro. Nada de extremos. Lo de los “sorpassos” no le sienta bien a Europa y menos cuando está en medio de su lucha por la supervivencia.
Tras las elecciones de Castilla y León y la entrada de Vox en el Gobierno por pura necesidad, el siguiente trozo del cerrojo sobre el socialismo de Pedro Sánchez se está elaborando en Andalucía, con un PSOE sin un gran líder, con una izquierda fracturada, y con las dos formaciones de la derecha dispuestas a pactar sin complejos para que Juanma Moreno siga en el palacio presidencial, mucho más legitimado que hace cuatro años cuando llegó a San Telmo cabalgando sobre una derrota.
Si las denostadas encuestas sirven como “pista” adelantada de los idus de junio en Andalucía, sólo quedarán los comicios de mayo del año que viene para terminar el cerrojo político y social. Que el candado que le han entregado a Feijóo cumpla con su papel dependerá de que las varias llaves que necesita funcionen a la perfección y él sepa manejarlas. Unas están dentro de España, otras en el exterior. Y la más pequeña de todas está en el bolsillo de Isabel Díaz Ayuso, a la que la rancia nobleza que sueña con el siglo XIX y que preside el duque de Sevilla no le hace ningún favor con sus gestos de complicidad desde Asturias.