Si los gobiernos no afrontan que llega el tiempo del sacrificio y que no estamos en el escenario de 2020, el ajuste fiscal, se hará más tarde, pero habrá de hacerse igual. Mientras se llega a aguas menos revueltas y confiando que el temor no llegue a sismo, el dólar seguirá siendo un lugar donde encontrar algo de refugio y se apreciará más contra casi todo
Los mercados están inmersos en un proceso de transición desde lo que podían considerar un escenario benigno a otro menos benigno. Como la lista de incertidumbres no hace sino incrementarse, y de los bancos centrales ya no puede esperarse la función de alivio, los agentes están adoptando posiciones de mayor protección que se reflejan en la evolución de la cotización de muchos activos.
NO ES UN SIMPLE AJUSTE
En el mercado de divisas se visualiza bien ese cambio; y es reciente, lo que supone que no está en una fase madura. Al contrario. Hasta hace apenas unos días el protagonismo era del euro, que perdía valor contra la mayor parte de divisas. Lo hacía de forma relativamente lenta, sin registrar un gran incremento de volatilidad. Ahora, el protagonismo ya no es del euro. Le corresponde al dólar. Esto es importante en cuanto a cómo hemos de interpretar lo que ocurre con el par y cómo puede esperarse que se comporte hasta que la transición a ese escenario menos benigno se complete.
El dólar, presente en más del 90% de las transacciones de divisas, tiene mucha mayor capacidad de alterar y reflejar las condiciones del mercado que cualquier otra divisa y aunque el efecto neto en el par euro/dólar es el mismo sea uno el que pierda u otro el que gane, son procesos diferentes. Si hablásemos de debilidad del euro, podríamos esperar que esta debilidad estuviese cerca de su final. Pero no es lo mismo desprenderse del euro que comprar el dólar.
El dólar está siendo comprado ahora contra la mayor parte de divisas, y lo que eso manifiesta es un deseo creciente del mercado de encontrar zonas de mayor confort y no tanto de deshacerse de un determinado tipo de activos. Es la manifestación de un cambio de actitud y no de un simple ajuste, y la consecuencia de prepararse para algo peor. Empieza la discriminación por emisor, por tipo de activos, por sector, por área geográfica… y por divisa.
NO LO RECONOCE, PERO LO SABE
Para hacer frente a algo así sin que se despierten grandes temores, se precisan políticas económicas fiables y solventes. Ha habido mucho tiempo políticas destinadas a aminorar pérdidas. La monetaria ha dado de sí más allá de lo imaginable, y la fiscal más de lo posible, de modo que ahora los mercados olfatean un tiempo más duro, donde lo que cabe esperar es una asignación de pérdidas del modo menos doloroso posible; y que no se prolongue mucho tiempo. En lo primero están, aunque unos más que otros. Lo segundo es más difícil, porque digerir un ajuste en los estímulos de la magnitud que se exige, llevará tiempo.
Los bancos centrales están en camino a aplicar políticas más agresivas sin atender demasiado al dolor que generen. Cuanto menos se les obligue a apretar, mejor.
Pero si los gobiernos no afrontan que llega el tiempo del sacrificio y que no estamos en el escenario de 2020, el ajuste fiscal, se hará más tarde, pero habrá de hacerse igual, y entonces, el monetario será mayor ahora. La presidenta del BCE no lo reconoce, pero lo sabe.
Por eso los tipos de interés tendrán que subir en Europa bastante más de lo que se esperaba hace no mucho, y la parte menos mala para los que precisan comprarlo es que esto ayudará a moderar la apreciación del dólar. Tardará un tiempo.
Mientras se llega a aguas menos revueltas y confiando que el temor no llegue a sismo, el dólar seguirá siendo un lugar donde encontrar algo de refugio y se apreciará más contra casi todo. Y no es por los tipos, es por prevención.