"Si se hace un análisis retrospectivo, hubiese sido mejor subir los tipos antes”. Esta sentencia es del presidente de la Reserva Federal en una entrevista del pasado jueves. No es novedad. La avanzadilla de los mercados ya tiene más que descontado que los bancos centrales se han visto muy detrás de la curva y han apretado el acelerador.
La excusa de hacer poco (FED), o nada (BCE), con el argumento de que la inflación es un problema de oferta, está superada, y ahora se trata de ajustar la demanda para que se equilibre a una oferta incierta, y restaurar así la estabilidad de precios.
Difícil tarea. ¿Se hará con éxito? La probabilidad es muy baja. Los que van por delante ya están trabajando con escenarios de recesión en 2023/24 y tratan de adivinar dónde puede estar el máximo de los tipos de interés, en nivel y tiempo.
MEJOR CUANTO MÁS RÁPIDO
Como esto ocurre a una velocidad que no todos pueden seguir, es posible que coincidan en el tiempo aquellos que ya han superado la etapa de descontar una política más agresiva, y están trabajando en la siguiente fase sobre escenarios y sus consecuencias, con aquellos otros que todavía están asumiendo el cambio de ciclo en política monetaria y ajustándose a ello. Por eso es tan difícil interpretar la evolución de las cotizaciones, donde todas las respuestas son válidas pero incompletas a la vez.
La Reserva Federal va en cabeza, en el pelotón van multitud de bancos centrales, y el BCE a la cola. Así es normal que en un extremo esté el dólar y en el opuesto destaque el euro. Cuando el dólar está al mando todo es posible y por mucho nivel récord que se alcance, la historia sirve de bien poco.
Se habla de la paridad, y aunque en los pronósticos de mayo de Consensus Economics, ni uno solo de los casi 100 pronosticadores, señalen valores por debajo de la paridad, en el actual estado de las cosas, esa referencia no deja de ser una barrera psicológica.
Viniendo de 1,13 al arrancar el año, las poco más de tres grandes figuras que faltan, no exigen gran cosa. Para los que padecen esta situación, cuanto más rápido, mejor. Eso, al menos, dará excusa para que alguien de peso, en el BCE por ejemplo, levante la mano y diga algo del tipo ¿acaso no tenemos ya bastante para añadir a todo la presión alcista del dólar?
Pero incluso en ese caso, que algún efecto tendrá, las inercias son muy fuertes, el incremento de volatilidad relativamente reciente, y el número y gravedad de otras incertidumbres muy importante, como para dedicar atención preferente a un problema que no deja de ser menor en términos comparados.
SORBER Y SOPLAR
Quiere decir esto que no podemos esperar reacciones del tipo de las que por ejemplo se vieron cuando estalló la pandemia, donde proveer liquidez en dólares era compatible con las políticas ultra expansivas que se exigían. Ahora, por el contrario, EE.UU. drena liquidez, y lo hace por doble vía, a través de tipos más altos y a través de su reducción de balance.
No se puede sorber y soplar al tiempo, de modo que las protestas, cuando se produzcan, difícilmente podrán venir acompañadas de hechos que las respalden. Para eso, mejor dejar que los mercados se autocontrolen.
Y este es el peligro, que no hay mucho que se pueda hacer, y más allá de la ruptura de la paridad, el problema es que se necesita que sea todavía más problema para que existan incentivos que animen a su corrección. Bien está que los pronósticos no le vean mucho recorrido, pero poco hay que vaya a cambiar para que esa ruptura se no contemple en la encuesta de junio.