Suena duro y es muy duro. Demuestra el desastre político que ha tenido lugar en España en los últimos siete años, con una clase dirigente enfrascada en hacer listas de candidatos, culparse de las crisis y ofrecer siempre los mismos remedios: que se quiere el otro que yo lo voy a hacer mejor. Todo comenzó con Mariano Rajoy y todo se mantiene con Pedro Sánchez. Seguirá hasta finales de 2023 o Enero de 2024 sin que se atisbe solución legal -para tanto despropósito.
La simple enumeración de las citas que hemos tenido los españoles con las urnas en estos siete años explica el desastre. Tuvimos elecciones municipales y autonómicas en 2015 y en 2019. Entre esos dos años se conovocaron cuatro eleccione generales y tuvo lugar una moción de censura - la que ganó Pedro Sánchez y festeja en estos días - cuando parecía que el gobierno de Mariano Rajoy tenía asegurada su continuidad.
Cambiaron las alianzas y tras muchas dudas se constituyó el primer Ejecutivo con presencia de representantes de la izquierda comunista, nada menos que con una Vicepresidencia y cuatro Ministerios. Se crearon nuevos partidos con diferentes recorrido, desde la derecha a la izquierda, con dos protagonistas destacados, Pablo Iglesias y Santiago Abascal, y un defenestrado justo cuando aspiraba a presidir un futuro Gobierno, Albert Rivera. Hoy Ciudadanos se acerca a su extinción, Podemos se ha partido en varias ambiciones encontradas y Vox aparece como el comodín indispensable para gobernar por parte de la derecha.
Seis convocatorias a las que hay que añadir las elecciones anticipadas en Madrid y Castilla y León, el frustrado intento de moción de censura en Murcia y los cambios de titulares ministeriales en los gobiernos de Rajoy y Sánchez. Crisis de liderazgo en el Partido Popular, con la sustitución de Pablo Casado por Alberto Níñez Feijóo, y cambios en el conglomerado de Unidas Podemos con la salida de Iglesias y la llegada de Yolanda Díaz, que como era de preveer no ha tardado mucho en chocan con sus compañeras de Gobierno e ideología, Belarra, Montero y Garzón, por no extender demasiado la nómina de aspirantes a mandar por encima de lo que en realidad representan.
En Cataluña, que es el territorio más conflictivo, hay que sumar tres convocaorias autonómicas, un ilegal Refrendum de autonomía, la prisión para varios de los protagonistas y la ruptura entre los antiguos socios en la formación de otros tantos Gobiernos. Puigdemont, Torra, Aragonés que han hecho olvidar muy deprisa la “estabilidad” que proporcionaban tanto Jordi Pujo como Artur Mas. LOs viejos y buenos tiempos de CiU que audó a la estabilidad del estado antes de entrar en pánico por la acumulación de corruptelas varias.
En Galicia y Euskadi, con un PP mayoritario y un estable PNV, tampoco es que las urnas hayan producido efectos beneficiosos. El nacionalismo vasco tiene sobre sus cabezas la sombra radical de Bildu, y en el ámbito gallego el traslado de Feijóo a la capital del Reino en busca de una futura victoria que le lleva La Moncloa también ha modificado las relaciones de poder dentro del nacionalismo.
En veinte días se sumarán a esos datos una nueva cita con las urnas, esta vez en Andalucia, con un cambio que va a ser histórico. Juanma Moreno gobierna desde la derrota que sufrió en diciembre de 2018, pero se presenta como la m ejor baza para que el antiguo granero de votos del socialismo pase a ser uno de los puntales de la ansiada y futura victoria de los populares a nivel nacional. Por delante se ha llevado a una aspirante a la mayor de las glorias patrias, Susana Díaz, y puede que se lleve a un alcalde moderado pero sin atractivo como es Juan Espadas. Más a la izquierda, la que se mueve entre el pequeño nacionalismo de izquierdas de Teresa Rodríguez y los manifiestos deseos de Díaz, el caos puede llevarles al peor resultado electoral de su historia.
En mayor de 2023 más convocatorias, más listas, más zancadillas, más prisas por sobrevivir y más mensajes y decisiones que confunden a los ciudadanos. Esos mismos que asisten impotentes a las subida imparable de la energía y los alimentos, que recibe cada día más explicaciones que enlazan sus males con la guerra de Ucrania, y que van a romper los viejos esquemas que las direcciones de los partidos creían inmutables: habrá votos a la llamada ultraderecha que llegarán de sectores tradicionalmente de la izquierda más radical. Con una derecha que estaba unida dentro del PP y que tras desgajarse en dos volverá a estar Unida en la acción de gobierno.
Ya hay territorios que en estos últimos siete años han ido a depositar su voto hasta en diez ocasiones. Demasiados propuesta electorales en una democracia que se niega a bajar del número de representantes políticos y que parece olvidar que el sistema tiene como misión principal procurador la Felicidad y el bienestar de sus ciudadanos.