Cada día que pasa los problemas se acumulan en La Moncloa al mismo tiempo que los “soluciones” que inventan los ministros del gobierno PSOE-Podemos o no funcionan o acaban siendo absorbidos por los nuevos embolados en que se mete el presidente, como acaba de ocurrir con las relaciones con Argelia, primero no pasaba nada y ahora nos hemos quedado sin relaciones comerciales.
Los veinte céntimos que pagaba el gobierno a todos lo españoles que comparaban combustibles se han quedado en nada con las nuevas subidas y los anuncios de que el IPC se iba a moderar en el segundos trimestre se ha convertido en un 8,7% de aumento de los precios, que sumado al 7,5%, oficial del año pasado hace ya que los españoles hayan perdido más de un quince por ciento de su poder adquisitivo, lo que inevitablemente llevará a una caída del consumo que es la joya de la corona de nuestra economía.
Sánchez ha puesto todos los huevos en la misma cesta de adhesión incondicional al presidente norteamericano Joe Biden -por cierto lo mismo que habría hecho el PP- y ahora tiene que apechugar con las consecuencias, entre otras cosas, de comprar el gas a Estados Unidos a un precio muy superior al que paga a Argelia y que además procede del “fracking”, un procedimiento que en España se prohibió cuando una empresa de Florentino Pérez quiso realizarla en las costas de Tarragona-Castellón y luego hubo que indemnizarle. Curiosamente la operación la realizó en un principio la actual ministra de Energía -de Ecología tiene cada vez menos- Teresa Ribera.
El cuarenta por cierto de rebaja del gas y la luz que prometió Sánchez con su “isla energética” se va a quedar oficialmente en un quince y ya veremos en qué queda. La baja del Iva de la factura de la luz al 10% también se la han comido las nuevas subidas y además el gobierno ha metido un nuevo impuesto de solidaridad con los que no pueden pagar la luz.
Al final, el gobierno progresista no ha conseguido que las eléctricas paguen más al Estado por sus ingresos extraordinarios derivados de que pagamos la luz al precio más alto que marca el gas y de nuevo se recurre a un impuesto a todos los españoles para teóricamente pagar los bonos sociales a los más pobres.
En el PSOE, como ocurrió con Zapatero durante la crisis económica de 2008, nadie se atreve a poner en cuestión las medidas de Sánchez, lo que hace inevitable que la caída del presidente arrastre de nuevo a los socialistas a una derrota electoral de la que solo saldrá beneficiado el PP, una vez que las otras opciones que nacieron tras el 15M, como Ciudadanos o Podemos, hayan quebrado.
Sánchez ya solo espera que un milagro le salve de la quema. Sus próximas pruebas pasan por las elecciones andaluzas a ver si por lo menos el PP no consigue la mayoría absoluta, que sería un duro golpe, y a nivel internacional por la Cumbre de la OTAN, si logra al menos que Biden le reconozca su fidelidad absoluta. Después de eso vienen seis meses más de infarto económico donde el PP va a dejar al gobierno PSOE-Podemos que se cueza en su propia salsa.
Sánchez va a intentarlo todo antes que convocar elecciones anticipadas, que oficialmente deberían tener lugar en el invierno de 2023, pero a cada mes que pasa las cosas no solo lo mejoran sino que empeoran y mucho. Eso le va a llevar a adoptar cada vez más decisiones personales, como hizo con la ruptura con el Polisario y por ende con Argelia, quemando ministros o dejándoles con el curo al aire. El de Exteriores, Albares, parece ya un zombie, pero lo mismo les ocurre a la de Economía, Nadia Calviño, y a Teresa Ribera. Las demás no existen, solo son un retrato en la foto oficial del Consejo de Ministros.