SOCIEDAD

La España de Berlanga sin jueves milagrosos

Raúl Heras | Domingo 17 de julio de 2022

Seguro que existe un enamorado/a del cine en el complejo de La Moncloa. Sólo desde el conocimiento profundo del séptimo arte español se puede haber dejado para el regreso de las vacaciones, allá por el mes de octubre la solución de los enredos políticos, económicos y estructurales de este país, con sus protagonistas de sainete hispano y sus dos finales posibles que desembocarán, como ocurrió con el film del director valenciano ( que habría cumplido 101 años en este inicio del verano) , en un fracaso tan previsto como cantado desde la oposición interna y desde los “guardianes europeos”.



Este erudito/a debería colocar la fecha de los duros datos en un cumpleaños emblemático: el día de la finalización del rodaje de "·Los jueves, milagro", la película más desastrosa de Luís García Berlanga, que sufrió tantos cortes y montajes alternativos que el estreno , dos años más tarde, resultó un claro fracaso de taquilla y espectadores.

Se veía venir, dijeron todos los protagonistas, desde el director a los actores como Pepe Isbert, Mariano Ozores, José Luís López Vázquez o Félix Fernández. Se veía venir y llegó gracias a la intervención de un sector de la Iglesia, por aquello de que la película iba de falsos milagros, y de un final que no era el previsto por su director. Ahora no sería únicamente la Iglesia como tal, estarían los grandes empresarios y la mitad política de España, que duda y mucho de las soluciones milagrosas para casi todo que ha enumerado el presidente en el Congreso.

Lo que no se va a poder soportar es la suma de los problemas: la deuda, el gasto público, la subida de las pensiones, las exigencias catalanas y vascas, las condiciones de Europa…

Un crisis económica como la copa de un pino: una deuda pública de más de un billón de euros, inasumible y más si suben los intereses del dinero que se debe. De igual manera que en la película de Berlanga toda la mentira se inicia con un pequeño pueblo en la ruína y la salida que ven para salir de la misma: una aparición milagrosa del santo del lugar que, curiosidades de la historia, es San Dimas, el buen ladrón crucificado junto a Jesús, pero ladrón al fín y al cabo.

Los que se conjuran en la trama ideada por el director son la mejor y y más completa representación de los poderes locales: el alcalde, el maestro, el médico, el terrateniente y el dueño del balneario cuyas "milagrosas" aguas van a salvarles de la crisis.

Son reconocibles todos esos rostros en nuestros dirigentes políticos y económicos. A los conjurados de la ficción de 1957 podemos ponerles rostros de los conjurados reales de 2022, esos de los que hablan Pablo Iglesias y Pedro Sánchez desde su oscuridad de conspiradores de cinco estrellas. .Veamos: el alcalde y sus bandos ciudadanos, sin duda, sería el presidente del Gobierno. El maestro que explica la historia del santo y el origen del misterio le cuadra a varios, desde las vicepresidenta Calviño a la vicepresidenta Díaz, incluso a las ministra Daria y Montero como una concesión a la modernidad.

Al médico que aplica el "santo" remedio podemos colocarle la cara de la titular de Hacienda, encargada de ingresar lo más posible con el menos gasto. Una cuadratura del círculo que exigiría varios milagros al mismo tiempo.. El terrateniente que siempre está presente pero busca las sombras tiene en los integrantes del Ibex 35 a su mejor actor. Y el dueño del balneario y sus aguas listas para "curar" no debe ser otro sino Núñez Feijoo , que en el fondo no trata de salvar al pueblo y sí a su propia y singular empresa, en este caso el PP.

Existen dos papeles cruciales en la película, el tonto que tiene que "tragarse" el milagro y pregonarlo entre sus conciudadanos y el postrer "mago" que cerrará el círculo y convertirá la mentira en realidad. Mauro, que era el tonto para Berlanga - reconvertido en Pere Aragonés e Iñigo Urkullu, para estos días - tiene los dos rostros en Cataluña y Euskadi en sus presidentes de hoy que terminarán "comiendose" todos los "marrones" que van a ser muchos. Y para el papel de mago, que en la última versión cinematográfica era el auténtico Dimas llegado del cielo, existen varios aspirantes.

Voy a proponer al ingenio de los que hayan llegado hasta aquí en la lectura tres opciones: la primera, un banquero/a con larga experiencia y acreditado espíritu religioso; un político de nuevo cuño pero perseverante en su ambición y bien dispuesto a dejarse aconsejar; y un tecnócrata con muchas aspiraciones y alguna frustración en su equipaje pero muy relacionado con los auténticos dueño del dinero universal. Elijan nombre y a esperar.


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