En apenas 24 horas tres mujeres han abierto las puertas a la esperada crisis del Gobierno de Pedro Sánchez. Se esperaba para septiembre, a la vuelta de las vacaciones, pero todo va muy deprisa. Tal vez por esa razón el jefe de la oposición decidió enterrar la moderación con la que había viajado desde Galicia y lanzarse a la guerra abierta contra el presidente.
Primero fue la vicesecretaria general del PSOE la que, por razones médicas, dimitió de su puesto y dejó a su partido, otra vez, roto y descosido. No informó a su “jefe”, cogió la puerta y se marchó. Serán otros, desde Santos Cerdán a Oscar López y Antonio Hernando los que tengan que ponerse a remendar las costuras del socialismo antes de que las elecciones municipales y autonómicas supongan el mayor de los sustos posibles, si es que con Madrid, Castilla y León y Andalucía no ha tenido bastante.
Adriana Lastra ya ha cargado con las culpas por las derrotas del PSOE en los últimos meses. Sánchez ha decidido que sea la organización la que pague el desconcierto que crea el Gobierno y el resto de los socios de investidura. Poco podía hacer el partido ante la avalancha de peticiones de Unidas Podemos, Bildu, el PNV, Esquerra, la CUP… que se sumaban al desastre sanitario de la pandemia, la ira del volcán de La Palma, la guerra de Ucrania, el aumento del gasto militar y la peor ola de calor de los últimos cincuenta años.
Demasiados fuegos que atender para una mujer que había sido la fiel entre las fieles para el presidente desde que éste decidió volver para ganar, primero el partido y luego el Gobierno. Condenada a dejar el puesto de portavoz parlamentario y encerrada en la sede central de Ferraz, Lastra ha terminado por agotar su credibilidad política. Se marcha con penas pero sin gloria, consumida por la velocidad de cambios que imprime Pedro Sánchez a todas sus actuaciones.
Un día más tarde y también por motivos de salud quien ha presentado su dimisión ha sido la Fiscal General del Estado. La ex ministra de Justicia, Dolores Delgado, ha estado de forma permanente luchando contra los adversarios pero también frente a una gran parte de los amigos. Puesto delicado en un mundo judicial que nunca le ha perdonado que se sumara al socialismo de Sánchez. No podía ser cesada por el Estatuto que rige esa función pero el agotamiento político puede que haya pesado más que sus problemas de espalda. En todo caso es difícil separar ambos adioses. Como será imposible no tenerlos en cuenta a la hora de explicar todo lo que va a suceder, que por mínimos que sean los movimientos sucesorios, tendrá que mirarse bajo el prisma electoral.
Casualidad o conocimiento del momento oportuno para escenificar su rendición a la Justicia es lo que ha hecho Anna Gabriel, la ex diputada de la CUP que huyó a Suiza en febrero de 2018 para evitar ser juzgada por los acontecimientos del Process. Tendrá que ser el Supremo quien decida las medidas judiciales que se tomen contra ella, pero también hay que examinar ese regreso a Cataluña desde la óptica de la “victoria “ del juez Llarena sobre el ex presidente Puigdemont. Europa está cambiando tan deprisa como lo hace el presidente del Gobierno español.
Tres mujeres - coincidencia de género - que ya han abierto las puertas de varias crisis, tanto a nivel del estado como de Gobierno central y Gobierno catalán. Las relaciones del líder del PSOE con sus socios de la izquierda y el independentismo son malas, y malas son también las de Pere Aragonés y la nueva Junts que está volviendo a la senda que marcó Jordi Pujol durante un cuatro de siglo para aumentar las citas de autonomía de Cataluña. Se empezó a romper con Artur Más y con Quim Torra. Pasado a olvidar de la forma más rápida posible.
Este verano, con más de setenta mil hectáreas abrasadas por el fuego en toda España, puede que arrase los equilibrios políticos de todos los grupos. Quien mejor resista será el ganador, primero en mayo 2023 y más tarde en la cita de las Generales. Mientras, toca esperar a que lleguen los bomberos económicos europeos para hacernos más llevaderos los desastres.