ECONOMIA

A golpes con la inflación

Christine Lagarde (BCE) y Jerome Powell (Reserva Federal USA) en Sintra.
José Manuel Pazos | Miércoles 27 de julio de 2022

Cuando tienes que llegar a un acuerdo entre 19, y además presumes de que lo que allí se adopta es unánime; o se da una alineación de astros, cosa rara, o no hay modo de ser unánime si no es como resultado de una negociación. Es sabido que un buen acuerdo exige que todas las partes se levanten con la sensación de haber cedido algo. Y no hace falta ser un lince para intuir que, en la reunión del BCE del jueves, la trascendencia de lo que allí se discutía exigía de cesiones por todas las partes.



Se puede comprobar en los casi 60 minutos de la rueda de prensa de la presidenta de la entidad, pero no debió de estar muy por debajo de la decena el número de veces que utilizó, y con énfasis para que quedase claro, el término unanimidad. Señal clara del valor que le daba a que así hubiese sido.

LA FRAGMENTACIÓN

Por unanimidad se decidió subir los tres tipos de interés de referencia en 50 p.b. y por unanimidad se anunció un nuevo mecanismo, -otro acrónimo que aprender- denominado TPI (Instrumento de Protección de la Trasmisión) destinado a hacer frente a potenciales episodios de tensión en los mercados de bonos que puedan generar una inadecuada trasmisión de la política monetaria.

¿Qué es una trasmisión inadecuada? No es una financiación extra para los gobiernos en dificultades. Es una forma de garantizar un alza de tipos muy similar para todos sus miembros. Por ejemplo, si suben los tipos oficiales 50 puntos, y eso se trasmite al mercado de bonos de cada país de forma diferente, puede ocurrir que la decisión suponga una elevación de tipos mayor para Italia o para España que para Alemania o Austria. ¿Por qué? Porque al subir los rendimientos de los bonos del Estado más para unos que para otros, se amplía la “prima de riesgo”, es decir, los costes efectivos de financiación de ese país son mayores, puesto que son los tipos de los bonos los que marcan el precio base efectivo de financiación.

Cuando hablamos de tipos tan bajos, es muy fácil que resulte que una economía sufra un coste financiero dos o tres veces superior a otra, cuando ambos comparten moneda y banco central. En eso consiste la tan temida fragmentación, que a punto estuvo de llevarse por delante el euro en la crisis de 2008-2010.

GUIAS FUERA

El valor de la unanimidad radica en que, para ser unánimes, los halcones hubieron de aceptar el TPI, que para no estigmatizar puede ser aplicado a todos, -en esto también insistió repetidamente la presidenta-, y las palomas hubieron de tragar con los 50 puntos de subida. Asunto resuelto.

Claro que no para siempre. Resultó que también desaparece el santo y seña de muchos años de política monetaria, la forward guidance. Y ya veremos durante cuánto tiempo, pero esta renuncia supone que el organismo emisor deja de comunicar a los mercados lo que evalúa como decisión probable en las siguientes reuniones.

Se acabó tener las cosas claras con antelación. Eso no impide que se mencione estar en ruta a la normalización, pero es una base para que, articulado el mencionado TPI, el BCE pueda poner la inflación por delante de cualquier otra prioridad, -ese es su mandato- y al modo que lo hace la Reserva Federal, recupere credibilidad a base de las subidas que sean precisas hasta que la inflación de síntomas de moderarse. Incluso a costa de la recesión. Como los norteamericanos.

Los PMI de ambos ya ceden el nivel 50. Pero es lo que buscan, acabar con la inflación a golpe de recesión. El BCE intenta, además, echarle una mano al euro, inmunizándolo un poco, pero sin forward guidance y con la reunión de la FED esta semana, a saber.