Era evidente que una ley, la de secretos oficiales o de información clasificada - que el hábito no hace al monje - en vigor desde 1968, en pleno franquismo, debía ser cambiada con urgencia. Por eso hay que agradecer al ministro Bolaños que haya presentado el anteproyecto de nueva Ley en pleno mes de agosto y que haya restringido el periodo de alegaciones a siete días. Y en la misma línea perpendicular que su compañero Garzón quiera avanzar hacia ese proceso en la infancia.
Hay momentos en la historia de este país nuestro que demandan de los gobernantes actuaciones ejemplares, en las que no existan las dudas y brille la transparencia tras escuchar a los expertos y a los ciudadanos. El ministro Bolaños tiene más que acreditada su defensa de la Democracia tras conseguir que el cuerpo de Francisco Franco saliera del Valle de los Caídos y fuera a parar al cementerio de Mingorrubio. Una irreprochable acción para el presidente del gobierno que bien merecía el premio de un Ministerio.
Por eso entiendo que debe doler a todo demócrata de bien que al ministro Bolaños se le intente comparar con el también ministro del nazismo Goebbels, quien no dudaba en cortar por lo sano cualquier discrepancia o asomo de intentar ejercer con libertad la información y la crítica al poder. Basta con echar un vistazo a la trayectoria profesional y política del ministro para comprobar que todas sus iniciativas desde su despacho gubernamental obedece a un mismo principio y buscan conseguir un mismo objetivo: el poder tiene que servir a los ciudadanos y la mejor forma de hacerlo es procurarles el mejor de los seguros mentales, impedir que se puedan acercar a sus procesos neuronales virus destructivos de la verdad que posee, en exclusiva y fuera de toda duda, el propio Gobierno.
La duda, la vacilación, la información poco o nada contrastada - o mucho, que diría el impar expresidente Rajoy- es fuente de infelicidad ya que hace que el ciudadano termine cuestionando a aquel que se preocupa todo el día por su felicidad, que vela por élla, y más en los tiempos de zozobra en los que vivimos. Si Bolaños no existiera en cualquiera de sus manifestaciones habría que crearlo, y eso es lo que ha hecho el presidente Sánchez, al cual y en las urnas, que es el mejor sitio o lugar para hacerlo, habrá que reconocerle su capacidad de crear criaturas política casi hasta el infinito. Unas para promover leyes protectoras de los cerebros ciudadanos, otras, como el el caso del también ministro Garzón, para proteger el futuro pensamiento e identidad de género de los hoy niños/as/es.
Nuestro ministro de la Presidencia se ocupa de salvaguardar de los peligros que se generan en la Democracia, que son muchos, a los mayores; nuestro ministro de Consumo de proteger a los menores de esos mismos peligros acordes con su edad. Dos joyas que han transitado por la Universidad sin que el concepto original de la palabra parezca que haya transitado por sus procesos cerebrales, algo que la ciencia ya ha demostrado que es complejo y en los que intervienen tanto la química como la energía. Cosas de protones, electrones y demás partículas que desaparecer tragadas en las calidas aguas vacacionales del Mediterráneo.
Llegar al misterioso fondo de un quark y descubrir cómo los hadrones son capaces de interactuar de forma elemental con sus hermanos atómicas los leptones para constituir la base de la materia barónica no se aprende en un día, sobre todo cuando dos científicos como Murray Geil y George Zweig no pudieron hacer públicas sus investigaciones hasta 1964. Todo para dejarnos aún hoy en la duda del número de ellos que forman los átomos. Puede que en el metaverso que convirtieron en película las hoy hermanas Wachoswski, ese universo de Matrix, que el más que avispado Elon Musk quiere convertir en su nueva e inacabable fuente de la fortuna, esté todas las respuestas que buscan nuestros dos ministros.
Leyes para el futuro siempre imperfecto en el que vivimos y para comprobar cómo la oposición del PP y del resto de la derecha española ya anuncian que cambiarán. Núñez Feijóo, desde que regreso de Galicia, ya ha dado sobrados ejemplos de que domina el viaje por los mundos interactivos de la política, y que es capaz de tener tantas personalidades en una única identidad percibible que es, reconozcámoslo, un adelantado a su tiempo al poder ganar y perder en la misma elección en dos universos paralelos.
Recuerdo, y les recuerdo a los cuatro, que hace dos mil años, el griego Platón en su VII libro sobre la República, tras estudiar con Sócrates y enseñar a Aristóteles, ya explicó las diferencias que existían entre los dos mundos, el que percibían los sentados y al que se llegaba a través del conocimiento. Para que le entendieran en aquel su tiempo le colocó dentro de una caverna y les hizo ver las sombras que se proyectaban y que confundían con la realidad. Era su forma de hablar de los quark sin conocerlos. Así eran los tatatatarabuelos de Europa.