En Euskadi, el Gobierno del PNV con Iñigo Urkullu al frente, quieren hacer lo mismo que está haciendo en Cataluña el Gobierno de ERC de Pere Aragonés, colocar al euskera como única lengua vehicular y marginar a ese español que volvemos a llamar castellano. El idioma se convierte en la mejor de las armas para deshacer lo que se ha ido haciendo, a trancas y barrancas, durante 500 años, ese territorio de encuentros que es España. Una ceguera histórica de la que en algún momento se arrepentirán los hoy representantes de la dividida izquierda.
Estamos volviendo a los años setenta, incluso algunos dirigentes políticos a los 30 del siglo pasado. Unos lo hacen desde la derecha nacionalista y otros, que les apoyan en contra de lo que dice el “Manual del buen marxista”, diciendo que representan a la verdadera izquierda y no admiten que existan otros que reclamen para sí el mismo título. No aprenden por más historia que tengan delante. Son exactamente las taifas del siglo XXI con las que van a destruir aquello que dicen defender, la igualdad de todos y el gobierno de todos. Mentira,serán los gobiernos de unos pocos y mayor desigualdad para la gran mayoría.
Retrocedamos, que nunca es tarde para aprender, al año 1009 que nos nos pilla a todos muy lejos, nada menos que diez siglos. Son los que nos separan de la existencia de aquel Califato de Córdoba que mantenía bajo su poder a algo más del sesenta por ciento de la Península Ibérica. Llevaban los árabes trescientos años en nuestro territorio y segurían aún cuatrocientos más pero entonces, y sin saberlo, colocaron la espoleta que activaría su destrucción.
En aquel comienzo del siglo XI y en medio de las terribles y luctuosas guerras familiares por el poder, el califa Hisham II perdió el control del territorio y vió como nacían 35 taifas, de otros tantos gobernantes ambiciosos, dejaban el antiguo imperio a merced a los reyes cristianos. En 1492 llegaría el final a manos de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla. La agonía fue larga y costosa y cambió para los siguientes siglos la cara y la cruz de España.
Mil años de enseñanzas parece que no han enseñado nada a la izquierda española. Da lo mismo que la lideren el Pablo Iglesias socialista y el José Díaz comunista, siempre dispuestos a pelearse entre ellos y a pelearse con los anarquistas de los primeros años treinta del siglo XX, hasta que estalló la Guerra Civil tras el golpe de Estado de la derecha y sostenido por la cúpula militar; que la lideren o lo intenten Pedro Sánchez y el Pablo Iglesias “jubilado” de Podemos,sus. Sucesoras o ese verso suelto en el que se ha convertido Yolanda Díaz que también están más que dispuestos para colocar a los anticapitalistas como sus anarquistas de hoy.
Pasada la fiebre de aquel mitificado 15-M, los enfadados de entonces miran a los que supusieron eran sus líderes para cambiar todo lo que detestaban, y lo que ven no les gusta. Hasta tal punto no les gusta que dejan la vieja división entre derecha e izquierda a un lado y muchos ya votaron a Vox y se disponen a repetirlo. Puede que incluso asuman que Abascal y los suyos son ultras pero entienden lo que dicen y, sobre todo, les prometen que esta vez sí van a promover y defender el cambio. Luego vendrá la decepción de la misma forma que ya está pasando en España, pero la rabia y el cansancio de los políticos que terminan haciendo la misma política habrá encontrado una salida.
Vox es de derechas, al igual que lo es el Partido Popular y lo era y es Ciudadanos. Se trata tan sólo de medir los grados de “alcohol liberal” que tienen en sus programas. Los tres tienen claro y así lo dicen cúal es su objetivo: arrebatar el poder nacional al PSOE y el poder autonómico y municipal a la izquierda en general en todas aquellas Comunidades y Municipios en los que manden. El próximo mayo tendremos las primeras respuestas de los ciudadanos.
El socialismo español, desde Felipe González - po no hablar de los líderes que se exiliaron tras la Guerra Civil - es un partido de centro izquierda e incluso de centro a secas,, como lo ha sido y lo sigue siendo la socialdemocracia europea del siglo XX, como lo eran el sueco Olof Palme y el aleman Willy Brandt. Es la baza que ya está jugando Pedro Sánchez ante el abandono de ese espacio que han hecho Alberto Núñez Feijóo un día si y el otro lo contrario, y una Inés Arrimadas que intenta salvar en una pequeña balsa los restos del naufragio de Ciudadanos.
Es posible que ese camino mantenga a Pedro Sánchez y al PSOE en La Moncloa pero va a necesitar a esa izquierda que ya tiene tantos nombres que es difícil de reconocer y precisar quién está en cada sitio y qué es lo que ofrece y pretende. Sumar o Restar puede que sean las dos caras de la misma moneda.
Si miro al Pablo Iglesias de vuelta a la televisión en su papel de predicador, me parece ver al califa Hisham II traicionado y abandonado por el que creía su gran defensor, Almanzor, para terminar asesinado con apenas 37 años por Sulayman, el que sería más tarde Emir en una de las taifas que surgieron y ayudaron a las tropas y Reyes cristianos en lo que llamaron Reconquista. Mujeres hubo por medio, madres, amantes y esposas cargadas de ambición; y mujeres vuelven a estar hoy por medio, llenas de parecidas apetencias.
Desde Andalucía a Cataluña y desde la Comunidad valenciana a Galicia los nombres que se englobaban en Podemos - y en su unión con Izquierda Unida - van cambiando y multiplicándose. No se si llegarán a 35 taifas o siglas o ambiciones territoriales, como en 1009 le ocurrió al Califato cordobés, pero poco le debe faltar, e incluso puede que superen esa cifra si tenemos en cuenta las divisiones locales. Han desaparecido los ideales comunes y los objetivos comunes y han llegado para quedarse las ambiciones personales y los sillones del poder, que son muy cómodos.