NACIONAL

L La Hispanidad y los relojes inútiles de los dos palacios

Raúl Heras | Jueves 13 de octubre de 2022

Los responsables de tener en hora los relojes constitucionales y políticos del palacio de La Moncloa y del palacio de La Zarzuela deberían ser cesados por su inoperancia o premiados por su eficacia. No existen otras alternativas. Cuando el Rey, como Jefe del Estado, va a presidir un acto como es el Dia de la Hispanidad y el gran desfile de las Fuerzas Armadas, su equipo debe comprobar, constatar y confirmar que el presidente del Gobierno va a llegar antes al lugar de la celebración.



Exactamente lo mismo deben hacer los responsables de los desplazamientos y protocolos del Primer Ministro de este país, para que todo ocurra exactamente al reves de como ha ocurrido. Si el fallo viene del otro palacio deben decírselo al presidente, y si son ellos los responsables del desajuste deben pedirle perdón al Rey y luego a su jefe. Inoperantes, ignorantes o eficaces, los calificativos se pueden emplear los tres, depende de las intenciones que se buscaran.
Dejaremos fuera de la ecuación a la ignorancia. Es impensable que, con tan sólo unas llamadas telefónicas, no se coordine la llegada de Felipe VI y de la Reina Letizia, al mismo tiempo que se controla la de Pedro Sánchez y la ausencia de su esposa. La posterior utilización en los medios de comunicación de estos “dos despistes” no hay otro remedio que calificarla de intencionada, previsible y con consecuencias negativas para las dos instituciones. Malo para el Rey y malo para el presidente. Colocar los más que previsibles abucheos al segundo como argumento es tan pueril, tan infantil, tan poco creible que profesionalmente sonroja.
A partir de esta premisa, incluyendo cualquier referencia que se pudiera hacer al tráfico madrileño, lo que queda al descubierto es que las relaciones entre los dos equipos que trabajan a las órdenes del Rey Felipe y del Presidente Sánchez son malas o muy malas. El Jefe de la Casa de su Majestad, Jaime Alfonsín, y el Jefe de Gabinete del presidente, Oscar López, han metido la pata y deberían sufrir el correctivo que crean conveniente sus superiores, o han cumplido con la ingrata misión de servir de mensajeros de cartas sin escribir entre los máximos responsables de los dos palacios, en cuyo caso y en privado, deberían recibir unas palmaditas alentadoras en sus espaldas. Se puede extender el argumento al responsable de Comnicaciuón de La Zarzuela, Jordi Gutiérrez, y al de La Moncloa, Francesc Vallés. Y sobre los dos últimos la sombra siempre alargada del ministro de la Presidencia y demás atributos, Felix Bolaños, el hombre al que se le acumula el trabajo entre exhumaciones retrasadas y negociaciones jurídicas con la oposición.
¿ Quiere el Rey poner en evidencia ante toda España y sobre todo antes las Fuerzas Armadas al presidente del Gobierno?, o por el contrario: ¿quiere el Primer Ministro menospreciar al Monarca ante toda España y contento de los impenitentes republicanos ?. Sea cual sea la respuesta que se de, ambas serían un grave error, siempre, y más en esta larga y más larga crisis institucional, económica y social que estamos viviendo y vamos a seguir sufriendo durante muchos meses.
Desde la numerosa oposición que existe y que piensa más en las citas con las urnas que en la estabilidad de España se frotan las manos. Desde la derecha de la derecha, que es Vox, a la izquierda de la izquierda que son Podemos, Bildu, la Cup y hasta el BNG, lo que buscan con ahínco y singular constancia es la inestabilidad y los enfrentamientos dentro del armazón constitucional para promover cuanto antes una reforma de nuestra Carta Magna que pueda desembocar en una República, que sería la tercera y tan previsible en sus malos resultados como las dos anteriores.
Fue la Reina regente María Cristina quien aprovechando el cuatrociento aniversario de la llegada de Cristobal Colón a América, el 23 de septiembre de 1892 y a propuesta del entonces presidente del Gobierno, el conservador Antonio Cánovas del Castillo, firmó el obligado declarando el 12 de octubre fiesta nacional. Lo hizo en nombre de Alfonso XIII. Reina y Presidente estaban en el Monasterio de la Rábida. Comenzaba una tradición que se ha perpetuado pese al cambio de nombre durante la Dictadura. Y para aquellos y aquellas que acudieron con el color morado en su indumentaria, convendría que supieran que, durante la II República, se mantuvo ese día y se le sumaron otras dos fechas; el Dos de Mayo, por la sublebvación popular contra la ocupación francesa de Napoleón, y el 14 de abril como día en el que se estableció la República tras la marcha al exilio de Alfonso XIII y su familia. Lo de Fiesta de la Raza, tampoco se debe al franquismo; el mérito o más bien demérito, hay que otorgárselo al exministro Faustino Rodríguez San Pedro, que quiso en 1913 unir con este nombre a España con Iberoamérica. Cinco años más tarde era el propio Rey Alfonso XIII quien incorporaba el Desfile militar a la celebración.

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