Los Reyes viajar a Alemania para estrechar áun más las relaciones con el país hegemómico en la Europa Occidental, mientras su Primer Ministro intenta convencer a un cada vez más debilitado Emmanuel Macron que el proyectado gasoducto, que llevaría gas desde España a la necesitada energética que es Alemania, no supondrá un “peligro económico” para el país galo, todo lo contrario. Felipe VI y Letizia son, sin duda, los mejores embajadores que tenemos y la pieza esencial para que los 140.000 millones de euros de ayudas aceleren su llegada a España.
Mientras dure la guerra en Ucrania, y tras lo sucedido en el Congreso del Partido Comunista chino y la reelección de Xi Jianping como máximo líder, los equilibrios entre el Sur de la Unión Europea y su centro económico van a depender de los acuerdos finales que logran los tres partidos que han ganado las elecciones en Italia. Salvini ya tiene su premio pero Berlusconi quiere que la que fuera ministra en uno de sus gobiernos, Giorgia Meloni, no le deje en un lugar secundario. NO es comparable pero la futura primera ministra de Italia debería mirar bien y mucho lo que le está ocurriendo a Liz Truss en Gran Bretaña dentro de su propio partido y que pueden convertirla en la “inquilina” del 10 de Downing Street más breve de la historia política.
Nada parece cambiar en las difíciles relaciones políticas y económicas de España con una Europa sometida al dictado de la poderosa Alemania del canciller Scholtz, al igual que lo estuvo antes con Angela Merkel y su poderoso e implacable ministro de Finanzas, Wolfang Schäuble. Desde Berlín y desde Bruselas se exigen más medidas de ajuste por parte del gobierno de Pedro Sánchez - que en eso se parece mucho al de Mariano Rajoy - pero, al igual que ocurría cuando el inquilino de La Moncloa era José Luís Rodríguez Zapatero, los llamados mercados y las implacables y oportunistas agencias de calificación siguen penalizando a nuestro país, y logran que suba la prima de riesgo y los préstamos que nos hacen para pagar los viejos préstamos de la última década nos cuesten más y más.
Nuestro PIB baja menos que los países de nuestro entorno pero, al igual que a ellos, nos acerca un poco más a la recesión, algo que se confirma en el mercado interior donde el consumo sigue cayendo en picado. De la misma forma que lo confirman la inversión empresarial, que se reduce con la perspectiva de una nueva crisis inmobiliaria y el estancamiento de los precios de las viviendas que están en poder de los bancos ( con descuentos sobre los antiguos precios de venta o las hipotecas que les acompañaron de un 60% ), y el continuado desplome en bolsa de los valores de nuestras principales instituciones financieras. Con dos datos cruciales y precisos: la gasolina está más cara que nunca y de los 570.000 empleos que se destruyeron o desaparecieron en 2011, la mitad era de la construcción.
Recordemos que tanto los gobiernos de Zapatero - sobre todo el último Gabinete - como los de Mariano Rajoy y su infausto ministro de Economía, hoy refugiado en el Banco Central Europeo, ya incidieron de forma importante en la estructura financiera de nuestro país, con las primeras fusiones de Cajas de Ahorro y las posteriores del Banco Popular y de Bankia, y los cambios de normativa por parte del Banco de España; así como en las normas que regían las relaciones laborales.
El gobierno de Sánchez, un poco camufladas de oratoria por los compromisos con sus socios de gobierno, está llevando adelante la segunda fase de esas mismas reformas, y aún tendrá que abordar más `pronto que tarde una tercera que culmine lo emprendido, con menos bancos en el panorama tendiendo de hecho a un oligopolio de tres grandes ( Santander, BBVA y Caixabank ), mientras que las relaciones entre empresarios y trabajadores entrarán en permanente conflicto pese a la evidente falta de peso social por la que atraviesan los sindicatos, y la crisis de la CEOE que preside Antonio Garamendi.
Las culpas por la situación también son las mismas y recaen sobre los mismos: un anquilosado mercado de trabajo, unas reformas financieras que no acaban de terminar, unos activos inmobiliarios ( sobre todo de suelo ) que son sistémicos en muchas entidades, y la sombra de lo ocurrido en la eterna Grecia, el mal de todos los males, la misma nación a la que se dejó entrar en el euro pese a todos los problemas que arrastraba y a la que se pensó controlar por su pequeño tamaño y por la mínima incidencia que tenían sus cifras económicas en el conjunto de la Europa a 27.
Un error tan grave y tan aprovechado por los mismos actores internacionales que lo que suponían las hipotecas subprime en el conjunto del sistema hipotecario norteamericano en 2008 y a las que, al final, se las culpó de ser la base del estallido de todo a nivel mundial.
Tal vez sean dos verdades a medias o dos grandes mentiras, pero la contundente realidad es que ni Grecia, ni España, ni en general Europa o el mismísimo Estados Unidos va a poder pagar todo lo que debe; y que los derivados financieros que utilizaron a las subprime para especular con un "dinero falso" que circulaba y circuló por todos los países, siguen tan libres y sin ser regulados como hace trece años.
Pedro Sánchez y sus ministros, al igual que el PSOE y el resto de formaciones políticas, puede que se queden sin crédito social y político. El peligro para nuestra democracia es que eso puede ocurrir en tan sólo seis meses con las elecciones de mayo y la asistencia a las urnas municipales y autonómicas. Pensemos que si los recortes en todo y en todos los lugares de la administración, por un lado, y la subida de impuestos y la bajada real de las pensiones, por otro, pueden bajar el endeudamiento crónico de las distintas administraciones, a nivel empresarial, familiar y personal va a incidir en menos inversión, más paro, menos consumo, más descontento social, más tensiones de todo tipo, y una recesión más larga y difícil.
Con el euro y su permanencia o su doble velocidad siempre en el punto de mira de los especuladores internacionales, a los que nadie pone freno, amparados por esas tres madrastras que son Fitch, Standard and Poor, y Moody's, que cumplen a la perfección su papel de " comandos especiales", en lo que muchos consideran una auténtica guerra mundial que emplea las finanzas en lugar de los cañones pero que sirve lo mismo para decidir cual de los grandes bloques en conflicto saldrá victorioso.
El presidente del gobierno y sus ministras de Economía y Hacienda - que siguen junto al portavoz disputándose frases y declaraciones - han aceptado que España seguirá con varios millones de parados y que la cifra de las familias con todos sus componentes en el mismo se incrementará hasta límites difíciles de soportar social y políticamente.
También aceptan que la recesión es inevitable y que se extenderá durante todo 2023, dependiendo en parte de lo que ocurra en Ucrania,, y aceptan en sus salidas al exterior que, con gobiernos de derechas, las posibilidades de huelgas generales, como la que se ha producido en Francia, y malas relaciones entre sindicatos y empresarios, son toda una amenaza para la propia estabilidad política y la superación de la crisis.
Cifran sus esperanzas y creo que sueñan con ellas, en que el año próximo comenzará a verse esa luz al final del túnel tantas veces proclamada por sus antecesores socialistas, comenzarán a nacer esos brotes verdes de los que, recordemos, ya presumía el ex presidente Rodríguez Zapatero, y que nunca germinaron.