1982. Han pasado 40 años y los socialistas de Pedro Sánchez siguen en el centro del espacio político. Subidas y bajadas hasta llegar a este 2022 en el que su principal adversario, el PP de Alberto Núñez Feijóo, cree que en la siguiente cita electoral tiene la victoria asegurada. Para gobernar no basta con ganar en las urnas, se tiene que lograr la mayoría en el Congreso.
Muerto Ciudadanos, y a la espera de su entierro en toda España, todas las encuestas electorales que se hacen cada semana, sean públicas o privadas, publicadas o escondidas, coinciden en otros diagnósticos políticos: Unidas Podemos - con ese nombre u otro que aparezca en el inmediato futuro - baja en votos y escaños pero se mantiene entre los tres primeros agentes electorales; algo que no sucede con Vox, que día a día ve cómo sus apoyos desaparecen y se trasladan al PP. El resto de formaciones, a la derecha ya a la izquierda, estatales o autonómicas ni crecen, ni decrecen, se mantienen estables y a la espera de que los escaños que consigan sean los que den o quiten gobiernos.
Miremos los liderazgos de hoy y lo que han cambiado en los últimos cuatro años: en el PSOE se ha consolidado Pedro Sánchez pese a las diferencias que mantiene con casi la totalidad de los barones y baronesas socialistas en las Autonomías y los grandes Ayuntamientos; en el PP, por el contrario, el cambio ha sido radical, el ganador de las elecciones primarias tras la salida de Mariano Rajoy sucumbió al “golpe de mano interno” que orquestaron los auténticos poderes fácticos de la derecha española y Pablo Casado fue sustituido, sin oposición, por el tan deseado por muchos, Alberto Núñez Feijóo. El resultado entre los dos grandes ha cambiado el panorama político y las expectations electorales, con un PSOE a la baja y un PP claramente en alza.
Los sondeos que se publican son divergentes, mientras el oficial CIS coloca a los socialistas en primer lugar y con una ventaja de cuatro puntos sobre los populares; el resto de las mediciones de las empresas privadas hace lo contrario: el PP se mantiene por encima del PSOE, con diferencias que van de los cinco a los diez puntos, llegando en algunas de esas predicciones a rozar electoralmente la mayoría absoluta en el Congreso y en el Senado. Así seguirán hasta el mes de mayo cuando los resultados reales de las urnas den o quiten la razón a uno u otros.
En ese “enjambre de egos “ que es Unidas Podemos los cambios se siguen produciendo. Ya existían antes de la renuncia de Pablo Iglesias a seguir liderando. Unidas Podemos, tras su derrota en las elecciones madrileñas, y se han exarcebado por el choque entre las aspiraciones individuales de Yolanda Díaz y las partidistas de Ione Belarra e Irene Montero. La primera quiere enterrar la coalición e inventar de nuevo un espacio electoral transversal dentro de la izquierda, al margen de las siglas existentes, y las segundos luchan por mantener, al menos, a Podemos dentro del espacio electoral de esa misma izquierda.
En ese ámbito político hay que ver lo que ya ha ocurrido en Andalucía con la separación experimental de Teresa Rodríguez y su Adelante Andalucía, que ha visto sus esperanzas paradas en seco por el resultado en la última cita con las urnas en esa Comunidad; y lo que puede ocurrir con el Más País de Iñigo Errejón, el antiguo fundador de Podemos junto a su ex amigo Pablo Iglesias y que busca en la suma de acuerdos en su entorno político sus únicas posibilidades de supervivencia como oferta electoral.
Puede que se una al Sumar de la actual vicepresidenta segunda o que se autoexilie en la Comunidad de Madrid, que es dónde su candidata, Mónica García, consiguió hacerse con el segundo puesto tras la dirigente y actual presidenta autonómica, Isabel Díaz Ayuso. Demasiados incógnitas para una oferta socialdemócrata que todo indica que terminará fusionándose con el PSOE más pronto quer tarde.
A la derecha del Partido Popular, con su particular y destructiva crisis interna tras los malos resultados de Andalucía y el abandono de Macarena Olona, el Vox de Santiago Abascal puede que recorra el mismo camino que recorrió a nivel autonómico el Foro Asturias de Francisco Alvarez Cascos, cuando el antiguo vicepresidente del Gobierno y secretario general del PP con José María Aznar fue apartado del núcleo de mando del partido.
Logró la presidencia del Principado para ir perdiendo importancia y representación de forma imparable. El “castigo” a Ortega Smith y las dudas sobre los candidatos que presentará en mayo son un claro síntoma de descapitalización que favorece y explica una parte importante de la subida del nuevo/viejo PP de Núñez Feijóo.
El centro sociológico permanece en España pero el intento de representarlo políticamente por parte de Ciudadanos, tanto con Albert Rivera comno con Inés Arrimadas, ya ha fracasado. Desaparecido en la Comunidad de Madrid, desaparecido en Andalucía - su antiguo líder, Juan Marín, ya ha sido “premiado” por el presidente popular Moreno Bonilla - desaparecerá en el resto de las Comunidades y grandes Ayuntamientos de España. Los “restos” de dirigentes terminarán en el Partido Popular, la inmensa mayoría, quizás alguno en el PSOE, o lejos de la vida pública el resto. Queda por resolverse la duda de Begoña Villacís en el Ayuntamiento de la capital del Reino, a la que seguriá “cortejando” su alcalde, Martínez Almeida, hasta el mismo día en que se cierren los plazos de presentación de candidaturas.
En todo el resto de organizaciones políticas hay que mirar con atención lo que ha ocurrido y va a seguir ocurriendo en Cataluña y Euskadi. La estabilidad que proporciona el PNV en la segunda de las Comunidades le permite al duo formado por Iñigo Urkullu y Andoni Ortuzar mantener el “juego institucional y económico” al que están acostumbrados. Mantendrán el control del gobierno en su territorio y negociarán con uno de los dos grandes si el apoyo de sus seis o siete diputados es necesario para lograr la mayoría en el Congreso. Ahí tiene ventaja el PSOE sobre el PP ya que es muy difícil, por no decir que imposible, que ese apoyo vasco se incline por Núñez Feijóo si éste tiene que pactar con Santiago Abascal y sus veinte o treinta escaños.
Todo lo contrario ocurre en Cataluña tras la salida de los representantes de Junts del gobierno de Pere Aragonés. La batalla por el liderazgo entre las dos grandes fuerzas independentistas, al igual que ya ocurría con la Convergencia de Jordi Pujol y la Unión de Durán Lleida. La parte más moderada de Junts, entre la que sobresale el ex responsable de Economía,Jaume Giró, es consciente que el antiguo equilibrio sobre el que se basó durante casi cuarenta años CiU ha cambiado.
La ERC de Aragonés y Junqueras domina esa parte del electorado que quiere llegar a la independencia aceptando los caminos que contempla la actual Constitución, mientras que los duros que obedecen desde la distancia Carles Puigdemont y están representados por Laura Borrás, se empeñan en tensar las relaciones con el Gobierno central como forma de supervivencia personal.
En los ámbitos de Bildu, la Cup y el BNG los cambios no afectan al posicionamiento de las tres organizaciones. Más importancia tiene Bildu en todo el territorio vasco y en Navarra, mientras que la Cup se limita a Cataluña y el BNG a Galicia. Puede que esa suma total de ocho o diez escaños, en el mayor de los supuestas, pueda sumar en una nueva mayoría inestable en el futuro Congreso pero siempre será como apoyo “bien pagado” por el PSOE de Pedro Sánchez.
El actual presidente, con la inestimable ayuda de Pablo Iglesias, consiguió sumar 180 votos en su moción de censura en junio de 2018, puede que intente repetir lo mismo. Frente a él, el presidente del PP y ex presidente de la Xunta gallega, podrá contar con los votos de Vox, ese colchón que Santiago Abascal manejará para sobrevivir al igual que hizo en Castilla y León, en Murcia y puede que tenga que hacer en Madrid. A esperar la lluvia de sondeos durante los próximos meses.