No hay duda de que la inflación sigue obstinadamente alta en EE.UU. con una tasa subyacente del 6.9% de promedio en los seis últimos meses y solo algo más moderada de media en los últimos tres, pero todavía al 6%. El dato de inflación de septiembre fue peor de lo previsto. Hasta el 10 de noviembre ya no se publicará el dato de octubre, y para entonces, ya habrán tenido lugar las elecciones legislativas de mitad de mandato.
LAS ELECCIONES…
Será el 8 de noviembre, y se renovará 1/3 del Senado y la totalidad de la Cámara de Representantes. Las dos Cámaras están controladas por los demócratas por un margen muy estrecho y el partido del presidente suele ceder escaños en estas elecciones intermedias. Los índices de aprobación del presidente apenas han superado el 40% este año, y el control republicano podría bloquear su agenda política y este, a su vez, hacer lo mismo con cualquier iniciativa legislativa de los republicanos.
EE.UU. pasaría a una situación de inestabilidad política que probablemente traería cambios en el gobierno, incluido el Tesoro. La agenda exterior quedaría como su principal herramienta. Se preguntaba estos días el Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Seguridad cual habría sido la situación respecto a Ucrania si la Casa Blanca hubiese estado ocupada por un presidente de otro perfil, para a renglón seguido comparar el tamaño de la asistencia de Europa a Ucrania, y concluir que equivale al 50% de la realizada por EE.UU.
…Y OTROS RIESGOS
Pero los mercados, mientras siguen con cierta distancia el conflicto en Ucrania, no prestan todavía particular atención a las elecciones y continúan inmersos en el debate acerca de cuanto más han de subir los tipos de interés para someter a control una inflación que se resiste a bajar a pesar de la subida de tipos más intensa y generalizada de la historia.
Emerge puntualmente, y este ha sido de nuevo el caso en la respuesta al dato de inflación de EE.UU., la idea de que lo que está incorporado en las curvas puede ser suficiente o incluso más que suficiente para doblegar los precios, pero también para no incrementar los riesgos colaterales que una política de subidas tan agresivas puede desencadenar.
La crisis británica ha sido un aviso y se está tomando nota. La decisión de la primera ministra de sustituir al canciller del Tesoro y de dar marcha atrás en algunas de sus medidas impositivas, señala la importancia que se concede a la estabilidad del mercado, pero también pone de manifiesto su vulnerabilidad, y ocurre en coincidencia con el final del programa extraordinario de compras de bonos del Banco de Inglaterra.
Los bancos centrales quieren asegurar que los mercados no implosionan, como amenazaba el británico, pero no quieren verse comprometidos en aventuras de expansión fiscal que, llegados a este punto, condicionen el curso de su política. Han sido abundantes los llamamientos a controlar las medidas de expansión fiscal en los últimos días para recordar que la asistencia solo se producirá si los países gestionan el gasto de forma prudente.
Se mantiene el convencimiento de que los tipos de interés finalizaran su ascenso donde el mercado ahora los descuenta, pero se precisa de un tiempo para llegar hasta ahí y las percepciones están sujetas a cambios. Frente a episodios puntuales de optimismo que los datos se resisten a respaldar, sigue sin verse con nitidez hasta donde y por cuánto tiempo será preciso mantener la presión, condición necesaria para un cambio de expectativas a mejor, que puede demorarse meses.