La mayoría de los suyos, la mayoría de los dirigentes de la Unión de Centro Democrático, que había ganado dos elecciones generales, la última, la de 1979, con 168 escaños, apenas a ocho de la mayoría absoluta, le habían abandonado, le habían traicionado, habían huído de unas siglas que un año y medio más tarde se hundirían sin remisión permitiendo al renovado Partido Socialista de Felipe González lograr la más amplia represenación política en el Congreso de los Diputados que haya obtenido un partido hasta hoy.
El espectro al que ve con temor Pedro Sánchez le explica con detalle cada uno de los pasos que se dieron en aquella España para obligarle a dejar el sillón de Primer Ministro de su Majestad Juan Carlos I. Fueron muchos los pasos que se dieron desde la carrera de San Jerónimo al Palacio de La Zarzuela, que recorieron cuarteles y sedes judiciales, que se sentaron en las alargada mesas de los centros financieros, que colgaron y descolgaron teléfonos a ambos lados del Atlántico, conexiones directas con la Casa Blanca que ocupaba Ronald Reagan y el 10 de Downing Street en el que tenía su despacho Margaret Thatcher; llamadas con nombres y apellidos que empezaban en L’Elysée parisino en el que “reinaba” François Mitterrand y terminaban en el Palais Schaumburg de Bonn desde el que Helmut Schmidt trataba de convencer a un Leonidas Breznev al que, en Moscú la KGB le hacia “luz de gas”, que lo iba a pasar en España sería bueno para la izquierda europea.
Al líder del PSOE los sudores nocturnos se mezclan con el galopar de sus terminales neuronales. Si romper la UCD de 1981, desde dentro, era una condición esencial para que se marchara su líder y presidente, lo mismo le parece que está ocurriendo en el PSOE de 2022. Declaraciones de barones territoriales, firmas de ex ministros y ex dirigentes sociales en contra de las últimas leyes, peticiones de elecciones anticipadas, dureza creciente por parte de la oposición, y baterias de grueso calibre disparando sin cesar desde los medios de comunicación.
Diecisiete grupos parlamentarios en aquel enero, presentes con 350 diputados, en un Hemiciclo que en apenas unos meses se cobijarían debajo de sus asientos ( salvo excepciones ) ante el ruido de los subfusiles de los guardia civiles que acompañaban al teniente coronel Antonio Tejero mientras intentaban elegir a un presidente de Gobierno con caracter provisional, en la persona de Leopoldo Calvo Sotelo, para que convocara nuevas elecciones. Y de paso para que metiera a España en la OTAN.
“De presidente a presidente - cree entender Sánchez que le dice Suárez entre la niebla nocturna que invade La Moncloa- tienes que entender que nuestro paso por el poder tiene fecha de caducidad, que tenemos que aceptar que existen varias puertas de salida y que depende de nosotros acertar cúal es la adecuada en cada momento…Tu tenías diez años, casi los mismos que mi hijo mayor - Pedro cree ver que las lágrimas tambien recorren las mejillas de los fantasmas - y lo mismo que le dije muchas veces a él cuando mi memoria no me habia abandonado: la política es la más cruel de las amantes, la más difícil de abandonar, la que te hace sentir la mayor de las soledades“
No lo vivió de niño pero sí lo ha aprendido de mayor. La historia de UCD y de Adolfo Suárez es la narración de una necesidad de estado convertida en vedugo de personas y formaciones políticas que nacieron deprisa y corriendo para llegar a tiempo de las primeras elecciones democráticas. La nueva Monarquía tenía que enterrar lo más deprisa posible su origen como heredera de Franco y Juan Carlos I lo consiguió, por decisión propia, por interés de España y por necesidad personal. En esos prmeros años el Jefe de la Casa Borbón seguiía siendo su padre, el Conde de Barcelona, Don Juan, y el país tenía que mirar al futuro sin rémoras del pasado.
El Rey lo sabía desde antes de jurar en el Hemiciclo de la carrera de San Jerónimo, al igual que conocía a la perfección las ideas que profesaban y defendían la mayoría de los altos mandos militares. Por eso y bastante razones más, Manuel Gutiérres Mellado se convirtió en el vicepresidente de Adolfo Suárez, el general al que el teniente coronel Tejero no logró zancadillear para humillarle en el suelo, ni que se escondiera debajo de su escaño. Aquella señal fue suficiente para dar a entender a la parte más radical del intento de golpe de estado que éste iba a fracasar.
El presidente Sánchez repite en su cabeza esa historia durante las largas noches de insomnio. Los años que van de las elecciones de 1977 a los comicios de 1982 son uno de esos recorridos que todo político que quiera llegar al poder y mantenerse en el siglo XXI lo debe haber “pateado” muchas veces. En cada recodo se encontrará con aquel intento de derecha moderada, entre la socialdemocracia conservadora y la democracia cristiana, con gotas de liberalismo económico, que Fue la UCD y que encarnó el hombre que hab´ñia vestido el uniporme del Movimiento Nacional y había convencido al Rey ya Torcuato Fernández Miranda que él era la mejor de las opciones posibles. El “trabajo sucio”, el de conseguir que los procuradores de las Cortes franquistas se hicieran el “ hara kiri “, ya lo había hecho con sobresaliente seguridad otro Suárez llamado Fernando.
¿Puede romperse el PSOE de la misma forma que s rompió la UCD como primer paso para expulsarme de la presidencia?. Esa pregunta se repite en su cabeza y se la hace a los más fieles de su equipo, a ese pequeño trio que se reune todos los días en el palacio de La Moncloa. Tanto Oscar López, como Antonio Hernando como Felix Bolaños le aseguran que no, que aquella desbanda de los barones de la UCD es imposible que se produzca en el Partido Socialista que ha forjado a su imagen y semejanza, que las protestas de los líderes autonómicos son signos de su propia debilidad en cada uno de los territorios que dirigen, pero que ninguno se atreverá a presentarse como su sustituto, ni Ximo Puig, ni Emiliano García Page, ni Javier Lamban. El resto, los antiguos, los que ya no pintan nada en el mundo de la política han visto y comprendido el mensaje de obediencia y vasallaje que ha lanzado Felipe González en los actos de fría celebración del 40 Aniversario de la llegada de los socialistas al poder.
“ Se trata - se dice a sí mismo y le oye decir al molesto fantasma que se desdibuja en cada amanecer- de aguantar, de llegar a las elecciones de mayo y analizar después los resultados “. Será el momento de decidir si cambia el Gobierno, si se deshace del lastre de Unidas Podemos, si Yolanda Díaz pesa más que Pablo Iglesias, si los movimientos independentistas en Cataluña y Euskadi han perdido o ganado en el electorado de las dos Autonomías y, sobre todo, si el PP ha terminado de absorver por completo los restos de Ciudadanos y si Santiago Abascal avanza o retrocede con Vox. “ Hora de calcular, Pedro “- le parece escuchar por última vez al hombre que perdió su memoria tras hacer las paces con el Rey que fuera su jefe y su amigo con el reconocimiento que le hizo al entregarle primer “ Premio de las Tres Culturas “ en Toledo - lo que puede ocurrir en unos comicios generales “ y de los efectos de la Ley D´Hont en cada circunscripción.
“ Yo no lo hice - insiste el Adolfo que se marcha entre los prmeros rayos de sol —dejé que otros lo hicieran y comprobé como se pasaban sin pertañear a las órdenes de Felipe y de don Manuel. Lloré con Amparo en nuestra soledad, no hagas tú lo mismo con Begoña “.. Se puede perder en la calle - les asegura con decisión a los tres hombres que le acompañan en ese café diario que se toman en La Moncloa - pero ganar en el Congreso. Son más importantes los escaños que los votos. Se trata de sumar uno a uno, hasta que te den 176, ya lo hemos logrado tres veces y sí, es una vieja historia.