El más audaz de todos es, sin ninguna duda, el castellano-manchego, Emiliano García Page, seguido del Valenciano Ximo Puig y del aragonés Javier Lambán. Es esos tres territorios donde se disputan las tres grandes batallas, toda vez que la joya de la corona autonómica, que es Madrid, parece imposible de conquistar para la izquierda desde que la perdiera en el año 1995 el hoy iconoclasta Joaquín Leguina a manos de Alberto Ruíz Gallardón.
Ni a los tres mencionados, ni al resto de compañeros/as militantes que gobiernan hoy en Baleares, Asturias, Canarias, Navarra, La Rioja y Extremadura les gusta la presencia de Unidas Podemos en el Gobierno de la Nación, pero saben que eso no va a cambiar hasta las elecciones generales. A Yolanda Díaz, Irene Montero, Ione Belarra y Alberto Garzón les culpan de la mala imagen del Ejecutivo y del desgaste que, con sus polémicas leyes, están sufriendo en sus respectivos territorios. Es una pequeña verdad que esconde las críticas que realizarían, si pudieran, a sus compañeros/compañeras que dirigen los Ministerios de Ecvonomía, Hacienda y Justicia.
Quieren alejarse de lo que consideran “mala imagen” que ofrece La Moncloa sin darse cuenta de que, para bien y para mal, el socialismo de Pedro Sánchez y su caracter nacional es el que proyecta la imagen del partido sobre las próximas urnas, tanto en el próximo mayo o a finales del año con los comicios generales. Algunos no votaron a Sámchez para Secretario General pero tras la victoria sobre Susana Díaz y, sobre todo, tras su triunfo en la moción de censura en 2018 no les queda más remedio que aceptar su ñiderazgo. Otra cosa será la que ocurra a partir del 29 de mayo con las victorias y derrotas. En ese momento y sobre todo por aquellos que pierdan sus puestos, aperecerán las críticas más duras y cero es hacia el compañero presidente.
No se puede olvidar que el PSOE ha gobernado la España monárquica y democrática durante 27 años y que sus dirigentes sabel de sobra que les amenaza su autodestrucción y tienen 120 días para conseguirlo. Desde la proclamación de vencedor en las votaciones del 28 de mayo será su secretario general el que tenga que afrontar las consecuencias, mientras ellos están obligados a dimitir, si pierden, y dejar paso a nuevos rostros que se presentará a unas nuevas Primarias para elegir a los distintos candidatos que encabecen las listas a las elecciones generales, sean éstas en diciembre o incluso en la primera quince a de enero de 2024. Ese es el tiempo que tienen los socialistas para presentarse ante los ciudadanos con una oferta electoral creíble y de futuro con las que hacer frente a las nuevas formaciones que han crecido desde el centro a la izquierda en España.
El cambio que necesita el Partido Socialista es tan profundo o incluso más que el que realizó de la mano de Felipe González y Alfonso Guerra con el abandono del marxismo y su posicionamiento en el centro del espacio político con una socialdemocracia de tintes liberales que encarnaban dirigentes como Miguel Boyer, Carlos Solchaga o Javier Solana. Era el comienzo de la Transición, los partidos no estaban consolidados y menos burocratizados y la propia estructura del estado, con sus 17 autonomías no había creado 17 reinos de taifas dentro de las propias organizaciones políticas. Felipe lo tuvo más fácil que sus sucesores a la hora de imponerse al resto de secretarios generales de las distintas Federaciones. Eso lo comprobaron Joaquin Almunia, José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba. Y lo sufrirán en sus carnes los nuevos/viejos líderes que salgan elegidos de a finales de mayo y a finales de 2023 , ya sea Pedro Sánchez, si se mantuviera en el poder, o su sucesor.
Le guste más o le gusté menos, tenga que hacerlo con mas o menos fuerza y esfuerzo, los dirigentes que asuman las direcciones del PSOE en las distintas autpnomías tendrán que aprovechar estos 120 días para trasladar a sus militantes y votantes que tienen las manos firmes y las ideas claras, obligar a todas y cada uno de las Federaciones a pasar por el trámite de elecciones internas, e incluso si fuera necesario - y apuesto a que va a ser así en algunas autonomías - a nombrar gestores que cambien por completo caras y programas que ofrecer en los comicios generales a los ciudadanos. Si no lo hacen o si no lo consiguen, la evidente crisis del PSOE se mantendrá y los peores augurios de Felipe González sobre la posibilidad de que " su " partido desaparezca o quede reducido a 40 parlamentarios en el Congreso de los Diputados se convierta en realidad.
El miedo a perder desde la izquierda es más notorio en el PSOE que en el resto de sus comañeros de viaje. Se piensa que sus rivales son Podemos, Izquierda Unida u el resto de partidos nacionalistas; sin aceptar que su auténtico adversario, que es el Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo, mantiene un discurso de derechas cuando la presión desde la izquierda tras los comicios de mayo será tan fuerte, y la falta de auténticas alternativas al programa del gobierno Sánchez, en una Europa escorada hacia la derecha, apenas permite pequeños movimientos reales, pero o el Partido Socialista lo consigue o dejará a los populares como dueños y señores del panorama político durante muchos años y a la izquierda condenada a buscar fórmulas que recuerden al Frente Popular si quiere llegar al poder, una situación de crisis muy grave para los intereses globales de este país.