¿Puede un pueblo con tres habitantes tener alcalde?. Si contesta que no, se equivocará. Puede, y de hecho lo tiene. Es más, el cargo lo tienen en “ propiedad” desde ls primeras elecciones municipales de la Democracia una familia, los Renilla, que son del Partido Popular. El pueblo se llama Ilán de Vacas y está en la provincia de Toledo. El pasado diciembre, el último representante de la famlia, que vive en Madrid pero con sus negocios en Majadahonda, se acercó a la capital a pedirle a José Luís Martínez Almeida que le ayudará. El alcalde de la capital le dijo que sí. Se marchó con sus quejas contra la Junta de Emiliano García Page y en esas estamos a la espera del 28 de mayo.
En los cien kilómetros que separan al pequeño pueblo toledano del macro pueblo que es Madrid se concentran las dos Españas que se mantienen, con más nombres y apellidos pero bajo los mismos sentimientos, con que empezaron la andadura democrática en 1977. El último domingo de este mayo de 2023 la gran lotería política dejará fiestas en unos y funerales en otros. Con ineludibles y clásicas compras de números premiados. Los que se necesiten para gobernar.
En aquel año de 1977 los españoles votaron rojo o azul. En este de 2023 el arco cromático se ha ampliado con naranjas, morados y verdes. Derechas e izquierdas, fascistas y comunistas. Centralismo o independentismo. Intentos de clasificar a los adversarios con los viejos rostros del siglo que ya no existe.
Esos cien kilómetros son los que separan el pueblo más grande de España, que es Madrid con sus 3.200.00 habitantes, del más pequeño que es Illán de Vacas, en la provincia de Toledo, con apenas tres. Ganar electoralmente y gobernar el primero es más importante que ser ministro. La pelea por ese puesto siempre termina con sangre. Conseguir ser alcalde del segundo es tremendamente fácil: basta con apellidarse Renilla y no es necesario vivir allí.
Dos mundos que retratan el país en el que vivimos. El de las grandes macro urbes y sus macro problemas. Y el del país agrario, despoblado, casi sn habitantes y lejos del universo de las redes sociales, la inteligencia artificial y las ofertas políticas recurrentes cada cuatro años.
La capital del Reino ha tenido alcaldes y alcaldesas de cuatro colores: desde el rojo desteñido de los socialistas Tierno Galván y Juan Barranco al morado intenso de Manuel Carmena, pasando por los distintos azules de Rodríguez Sahagún, Alvarez del Manzano, Ruíz-Gallardón y Ana Botella hasta dsembocar en el azul entreverado de narajas y verdes de Martínez Almedida . Sus batallas siempre empiezan igual: hay que vencer al compañero de partido para optar al combate final contra el adversario exterior.
Lo que ocurre en la capital tiñe con su color el resto de la geografía de sus 8.131 municipios. Lo que lleva ocurriendo desde 1979 en Illán de Vacas es siempre lo mismo, una anécdota que va del Julián Renilla de la UCD al Julián Renilla del PP y su primo, Bollaín Renilla, el actual alcalde desde 2019, con casa en Madrid y negocios en Majadahonda. En Madrid y con un Presupuesto de 4.823 millones de euros, la deuda pública llegó a los 5.936 millones de euros. En Illán no existen ni Presupuesto, ni Deuda pública.
Cada cuatro años fiestas y funerales en el primero y aburrida costumbre en el segundo. Sin embargo coinciden en una cosa pese a las enormes diferencias: se tiene que pertenecer a una “familia” para sentarse en el sillón de alcalde. Si se compara a Illan y su Consejo con los Ilustrea parlamentarios que se sientan durante cinco años en Estrasburgo, las diferencias aumentan. Los elegidos en el pueblo toledano “piden limosmas de subsistencia” , mientras que sus “colegas” de partido y color politico gozan de una situación privilegiada en Estrasburgo. Pertenecen a la élite política mejor pagada de todas y con menos horas de trabajo, los eurodiputados. Es un retiro dorado, un premio por los servicios prestados al partido, también una forma de alejar del poder central a los que pueden molestar a las nuevas direcciones. Y una forma de combatir desde el nacionalismo independentista al llamado centralismo madrileño. El retiro de los Renilla es Madrid.
Doce candidaturas a gobernar otras tantas autonomías donde ya saben que van a tener que pactar tanto con sus compañeros de viaje como con sus adversarios. Es casi imposible que una formación alcance la mayoría absoluta de los escaños en un parlamento o una Asamblea. Los bombos de esas doce loterias se unirán al gran bombo de las recientes elecciones generales y al de los grandes Ayuntamientos. Cambio de números premiados entre las direcciones nacionales, con algún que otro rebelde que pondrá por delante sus propios intereses por encima de los del color que defiende.
Y la gran “pedrea”, las de los ocho mil municipios más pequeños, desde los 30 que superan los doscientos mil habitantes a los 30 que no llegan a los mil. Alcaldes y poder para todos los gustos y tendencias. Presupuestos mil millonarios en las capitales y aldeas de “bolsillo” que dependen de los gobiernos autonómicos. Esa es la España real que vota, la grande a la que se dirigen todos los mensajes, y la pequeña a la que se ignora hasta en el mapa.
Durante los poróximos cuatro largos meses esta España nuestra será una fiesta, con permiso de Hemingway y su retrato del París que sirvió de modelo a Barcelona.