El actual presidente del PP es posible que fuera el único que podía abordar la “reunificación” de las varias almas que habitan en ese partido. José María Aznar se había alejado de las siglas de forma paulatina. Sin prisa pero sin pausa, desde las perdidas elecciones generales de 2004 frente a Rodríguez Zapatero.
Después vinieron sus halagos a Albert Rivera y al propio Abascal, dos formas de atacar y criticar a su sucesor. Lo mismo que hicieron otros dirigentes como Esperanza Aguirre, Mayor Oreja e incluso el por entonces tranquilo y sosegado presidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrera.
Por supuesto que siempre estará el incombustible “ hombre del aparato” Juan Carlos Vera y el repescado por Isabel Díaz Ayuso, su influyente Javier Fernández Lasquetti. Al igual que los “padrinos” externos de ambos que se mueven en el ámbito financiero y empresarial, que oscilan como las mareas y se hacen visibles en Lis medios de comunicación.
Mariano Rajoy, tras su inesperado, sorprendente y brutal desalojo del poder en junio a través de la moción de censura presentada por Pedro Sánchez y apoyada por 180 diputados, dijo adiós desde el minuto uno, sin querer presidencias de honor, ni de Fundaciones. Se incorporó a la Administración en su puesto de registrador en Santa Pola para luego aterrizar en Madrid. Silencio por su parte y respeto hacia su sucesor tras fracasar también en su apoyo a la que había sido su segunda en el gobierno durante seis años.
Ahora y en estos inicios del gran año electoral que va a ser 2023, van a aparecer muchos de los rostros que se fueron alejando por la gestión política y personal de Rajoy respecto a la anterior de Aznar. Sin duda. Lo que está por ver es si parecerán los últimos cargos y militantes con poder, como Cristobal Montoro, Martínez Maillo, los hermanos Nadal y la propia Sáenz de Santamaría. La asistencia de la ex número dos, María Dolores de Cospedal sería casi obligada para terminar de cerrar las heridas pero no parece que esté en la lista de prioridades de Feijóo. Sin su apoyo Pablo Casado no hubiera conseguido la presidencia.
La gran foto electoral y propagandística, el icono que podría ser el inicio de la larga campaña electoral hasta finales de mayo, es fácil de imaginar: Núñez Feijóo en el centro, con los brazos en alto sujetando las manos de los dos expresidentes, todo entre sonrisas, vítores y el cambio de imagen del partido con la transformación del charrán o la gaviota que creara otro de los “inmortales”, Javier Arenas. Ni tanto, ni tan poco como sería la ausencia de alguno de los dos protagonistas. Día distinto, intervención distinta. Más Aznar y menos Rajoy, o más Rajoy y menos Aznar, dependerá del escenario y del público asistente.
Si la apuesta de Feijóo para encabezar las listas electorales pasa por la renovación, con la llegada a los primeros puestos de la generación de los 40 años; la presencia de la “vieja guardia” puede que sea el mayor y más eficaz de los remedios para evitar la sangría hacia Vox, que es la formación que más preocupa. El giro hacia el centro que realizó Aznar en 1990 tras el Congreso de Sevilla parece que ha vuelto sin haber terminado su recorrido. Ha llegado el momento de volver a la derecha global Como en Europa y con permiso del a veces liberal, a veces ultraje conservador y siempre cambiante líder de Vox, y si hacemos caso a Macarena Olona de lo que se orqueste desde El Yunque.