Unos días antes de la celebración del 40 aniversario del Congreso de Suresnes, fue Pedro Sánchez el que buscó la imagen y el apadrinamiento de González y de Guerra para proyectar su propio futuro. Pablo Iglesias se limitó a buscar lo mismo, también lejos del marxismo clásico y radical que había heredado el socialismo/comunismo hispano. El líder de Podemos ha intentado a lo largo de los últimos ocho años, sin nombrarlo, imitar lo que el político sevillano ('protegido de Willy Brandt y Olof Palme ) logró entre la población española en el inicio de la Transición y, sobre todo, tras el triunfo de 1982 y las sucesivas mayorías absolutas en las urnas. Para el líder de Podemos era su auténtica imagen de cabecera. Felipe había conseguido todo, se trataba de imitarlo aprovechando la crisis del PSOE tras las derrotas a manos de José María Aznar.
La búsqueda de la "centralidad del tablero de la izquierda" dejando al nacionalismo radical como el mal que él podía controlar, tiene mucho de abandono de la radicalidad que le llevó a convertirse en el ganador mediático de las elecciones europeas de para luego aceptar de las reglas de juego que existen y rigen la vida pública en Occidente, en Europa y en la España que aprobó la Constitución de 1978.
Si Felipe González supo desde el principio que para llegar al poder necesitaba cambiar al Partido Socialista que venía de los viejos recuerdos del exilio y los principios políticos que se mantuvieron con la dirección de Llopis y compañía; pero también sabía que para colocarse al frente de la opción de centroizquierda del país, para desplazar como referencia de la lucha contra el franquismo al Partido Comunista de Santiago Carrillo, necesitaba inicialmente mantener un discurso y una puesta en escena más radical que la del resto de partidos y formaciones que peleaban por ese lugar de privilegio.
Lo mismo vio y reconoció Pablo Iglesias como un alumno aventajada. El resultado no podía ser lo mismo pues España había cambiado y ya no se trataba de organizar el posfranquismo, ahora se trataba y se trata de normalizar las crisis dentro de la democracia, al igual que ocurre en el resto de Europa. Ya no se trata de sustituir al socialismo en el poder, se trata de influir y compartir. Eso tan difícil de lograr como lo están viendo Yolanda Díaz, Ione Belarra e Irene Montero.
Creyó, lejos de la socialdemocracia europea y cerca del bolivariano sudamericano que estaba bien apoyado por sus compañeros/as de confianza. No comprendió que era imposible lograr lo conseguido por González, con los Boyer, Solchaga, Castellano, Redondo y compañía, primero con sus Bescansa, Errejon y Monedero; y luego con las actuales ministras y sus compromisos con la antigua Izquierda Unida y el más viejo PCE de Enrique Santiago, Alberto Garzón y Yolanda Díaz.
A uno y otro siempre les molestaron los troskistas, de la misma manera que Lev Davidovich Bronstein molestó al triunvirato que formaron Zinoviev, Kamenev y Stalin para conquistar primero el poder en la Rusia post zarista tras la muerte de Lenin, convertirlo en traidor, expulsarle de la Unión Soviética, y terminar asesinado en Coyoacan con el piolet que empuñaba el español Ramon Mercader. Una advertencia histórica para los dirigentes de la Izquierda Anticapitalista que tiene en Pablo Echenique a su más reconocible dirigente. Lo de " echarse a un lado" no es una figura retórica de Iglesias y el tiempo lo va a demostrar más pronto que tarde.
Si Podemos se propuso primero fagocitar a Izquierda Unida y luego a los restos del socialismo que representó Pablo Castellano no lo ha conseguido. Todo el universo de la actual Unidas Podemos y Más País tienen el serio riesgo de volver a ese diez por ciento de los votos que representó la formación de Cayo Lara y antes Julio Anguita y antes Santiago Carrillo.
Olvidada la conquista del poder, como máximo se ayuda a alcanzarlo y se participa para invitado. El objetivo de cara a los sucesivos comicios electorales de este 2023, es situarse en el espacio del resto de la izquierda y para ello se desdibujan las propuestas más radicales, se asumen las mismas que ya se ha planteados desde hace 40 años, eso sí, con un barniz de sociedad 3.0.
Conseguida esa base de programa socialdemócrata, que no otra cosa es la que ha salido de las distintas citas con las urnas desde los lejanos 1977 y 1982, se tratará buscar dentro de dos meses al tambaleante PSOE y sus antiguos votos, y conseguir con unos cuantos guiños de regeneración dentro de un orden a los más “liberales”, no en busca de una mayoría absoluta que se antoja imposible, pero sí de ser los que consigan en el Congreso sumar más escaños en ese espacio del centro- izquierda y el independentismo catalán y vasco. Siempre llega la hora de los pactos y las negociaciones. Ahí Pablo Iglesias recobrará, tal vez, su importancia.