Hace quince años que el director manchego rodaba una historia en la que la lucha por el poder se mezclaba con los celos y los complejos de culpa entre los protagonistas. Trios amorosos que se cruzaban en torno al mundo del cine y la tragedia que viven los personajes, y que hoy pueden trasladarse al mundo de la política. Pablo Iglesias jugó a guionista y director de un trío femenino imposible de mantenerse ante las cámaras. Yolanda, Ione e Irene tenían una muerte anunciada tan evidente como la de Soraya y María Dolores en la derecha en el inicio del verano de 2018.
¿Acaso no es eso, una historia de poder, celos y complejos la que ha llevó a Pablo Iglesias e Iñigo Errejón a romper su amistad y su proyecto político?. ¿No fue ese abrazo roto entre los dos principales fundadores de Podemos el origen de la división en el partido y lo que puede hacer que hoy, un lustro más tarde y con nuevos rostros en el cartel termine por darle el poder a la doble derecha a la que dicen que quieren combatir? La historia paralela de Alberto Garzón en IU con Enrique Santiago, al igual que la de Santiago Abascal con Macarena Olona o la de Oriol Junqueras con Carles Puigdemont pueden utilizar el mismo guión, con idéntico final.
El rompecabezas de recelos, pasiones enfrentadas, recuerdos dolorosos y mentiras que construyó Almodovar en torno al escritor ciego, su mujer y su amante en ese 2009 es producto de la propia desilusión que Pablo Iglesias, por un lado, y Pedro Sánchez, por otro, sufren de cara su segunda etapa de poder. Y el poder, y que les lleva a “volver” a sus amores y deseos por una izquierda que se bambolea entre el ser más radical en lo social y mucho mas permisiva en lo económico; en representar un papel en su nueva gira por provincias en mayo, y sus deseos de conseguir contratos en universo de la globalización.
Son el mismo reflejo social que tiene un largo y hondo parecido con la desilusión que le hizo ganar a Rodríguez Zapatero, luego a Rajoy y finalmente a Sánchez. Ninguno de los tres vencieron por sus méritos, fueron los ciudadanos cansados y decepcionados con el poder de turno el que quitó y puso nuevos “señores” en el trono de La Moncloa.
Para acercarse más a esa doble certidumbre en la que coinciden la realidad y la ficción en nuestra vida pública, y completar la visión de Almodovar, sería muy recomendable a los dirigentes de esa izquierda, sobre todo a la que dice representar Podemos, pero de igual manera a la que viene del siempre vivo y nostálgico PCE, y a la que pensaban crear - y quiere reencarnarse en esa suma que desea nacer, al fin, antes de que sec deshaga en el silencio - tanto Manuela Carmena como Iñigo Errejón.
Otro título y guión tan cinematográfico como el de “ La concejala antropófaga”, el corto que hizo aquel mismo año el cineasta de Calzada de Calatrava y en el que la provocación desde el monólogo de una concejala de derechas y responsable de Asuntos Sociales le permitió regresar a su lado más salvaje y transgresor, el que asomó en “Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón”, y con cuya realización empezó a “liberarse” de sus diez años como ordenanza en Telefónica.
Si cualquiera de los actores principales de esta tragicomedia que estamos viendo interpretar en directo y que se prolongará mucho más allá del 28 de mayo, tuviera que repetir la última frase de sus propios abrazos rotos, ésta sería, sin duda la siguiente: “las elecciones hay que ganarlas aunque sea a ciegas”. la más aplicada de todas las espectadoras ha sido Isabel Díaz Ayuso, la presidenta que separa sus abrazos para evitar romperlos. Primero se abandonan y luego, si se necesitan, siempre habrá un nuevo tiempo de cortejo.
Los cine fórum universitarios tuvieron su utilidad pero cuando te conviertes en productor con recursos las cosas cambian y mucho. Con los recuerdos y los sueños revolucionarios enterrados en los adioses viejos de Pablo e Iñigo; y los nuevos de Yolanda e Irene, muy lejos de las confidencias que se hicieron en su día de forma cruzada Rita Maestre y Tania Sánchez; con un rector gubernativo como Pedro Sánchez, que evita hoces y martillos en su salón de Moncloa, lo mismo que su compañero de negociación los tiros libres a canasta; y con una oposición dispuesta a sacar cuchillos jamoneros con la misma facilidad que lo hacen en Extremadura o Teruel a todos ellos y ellas se les plantea la misma pregunta que Vladimir Ilich Ulianov le hizo a Fernando de los Rios en Moscú en 1934 con una “pequeña” variante pero con tanta dinamita intelectual como la que trasladaba el dirigente comunista al dirigente socialista: “ ¿partidos, para qué? “.
Una pregunta y una idea que no es nueva en España. La pensó y la hizo pública Felipe González en 1992. Su partido la enterró con enorme rapidez. 140 dirigentes que fueron y dicen ser socialistas se reunían en un restaurante madrileño para imitar a Ortega con sus críticas al que nunca han reconocido como su líder. Otros lo hacen por escrito en los periódicos y los más esperan a los resultados de las urnas. Siempre es más cómodo y seguro apostar a ganador con la carrera terminada.