La nueva líder de Ciudadanos, Patricia Guasp, intenta una misión casi imposible, la salvación de su partido como fuerza política declarando que el liberalismo es un patrimonio exclusivo del centro y que ellos, los “ciudadanos” son el centro. Dos mentiras en una nota que denotan que su historia y su futuro están lejos de su voluntad.
La palabra liberal ha cambiado de significado muchas veces y cuando se ha querido transformar en una opción política determinada, con una siglas que concurran a unas elecciones, siempre ha sido para ocultar que es un camuflaje de una parte de la derecha conservadora.
No es lo mismo ser liberal en las costumbres sociales que ser un liberal en lo económico. Para lo primero se puede ser de izquierdas o de derechas, es una forma de ser, de aceptar que se puede vivir de diversas maneras y que en el respeto democrático y legal está la auténtica raíz del liberalismo. Los tres lemas de la Revolución francesa podían representar la esencia del liberalismo: igualdad, que es lo que predican hoy todos los grupos y formaciones políticas, sobre todo cuando se refieren a la necesidad de que hombres y mujeres sean tratados y considerados como iguales en todos los campos de la actividad humana; fraternidad, o solidaridad, que se pronuncia millones de veces pero que no se practica casi nunca y que alcanza no sólo a los que tenemos cerca, también a los menos favorecidos del mundo entero; y por último la palabra a la que todos aspiramos, libertad, pero que tan difícil es de alcanzar, desde siempre y en cualesquiera de los regímenes políticos que se han sucedido en la historia conocida.
Ser libre, solidario e igual como preconizaban los revolucionarios franceses no se cumplió nunca. La guillotina es el mejor de los ejemplos. Igual que entonces hoy la libertad se entiende como propia y ajena al que está enfrente. La libertad para los socialistas o para los independentistas es totalmente distinta de la que quieren los dirigentes y votantes del PP o de Vox.
Con la igualdad y la solidaridad pasa lo mismo. Si pedimos y exigimos igualdad en las oportunidades nos encontraremos con que cada día se incumple la base sobre la que fundamentarla, que es la educación. Y junto a ella la siempre presente desigualdad económica. la solidaridad se formula con facilidad y se practica o se intenta practicar con enorme dificultad. ¿ Se puede ser solidario cuando se acepta que las fortunas de decenas de miles de millones sigan creciendo a mayor velocidad aún con la que crece la miseria de millones de personas?.
Los ejemplos a enumerar son muchos y conocidos por todos. Inés Arrimadas al igual que Albert Rivera e incluso Aznar y González ya se declararon liberales pero todo lo que se ha hecho hasta ahora, y lo que siguen haciendo aquellos dirigentes que ostentan algún poder en las autonomías o en los ayuntamientos, es justo lo contrario. En Ciudadanos, que es quien peor lo tiene, se han comportado desde su fundación con Albert Rivera y ahora tras la debacle que se avecina electoralmente, con Guasp y Villacís a la cabeza, como un partido de derechas, más “suave” en sus objetivos que el PP o Vox pero con los mismos presupuestos sociales y económicos.
La cruda realidad, la patente realidad en la moderna historia política de España es que los que han querido convertirse en un “partido de centro”, capaz de oscilar hacia la derecha o la izquierda para moderar las exigencias de ambos, han fracasado por la misma razón: confundieron ser liberal con votar liberal. Para serlo se tiene que estar dispuesto a aceptar que la verdad tiene muchas formas, que es poliédrica y que está sujeta al tiempo histórico en el que se vive.
Se puede decir que hay verdades eternas, tales como el no mataras, no robarás… e incluso éstas pueden negarse en determinadas circunstancias sociales o personales. Su verdad estará sujeta a las leyes, que cambian al mismo ritmo que cambian los que las hacen. Por esas razones si pones al liberalismo unas siglas y unos nombres junto a las mismas lo que estarás haciendo es falsear desde el principio el propio concepto.
Pongamos nombres y apellidos: para Pablo Iglesias, Yolanda Díaz, Ione Belarra o Iñigo Errejón cualquier socialista es un liberal encubierto que lo que busca es perpetuar el dominio de una clase sobre otra; para Santiago Abascal y los suyos todos los dirigentes del Partido Popular son unos liberales que se avergüenzan de decir de verdad lo que piensan y que se someten a las “modas” de unas supuestas y cambiantes mayorías de votantes.
Los democristianos de ERC, desde Junqueras a Aragonés se proclaman liberales en lo económico. Para aquellos que votan a la CUP o a Bildu ser liberal es casi ser unos dictadores que impiden la libre expresión de unos sentimientos identitarios de carácter nacional, sentimientos que nada tienen que ver con los tres viejos principios revolucionarios de la Francia de finales del siglo XVIII.
Si hablamos de supervivencia es cuando entendemos a todos. Lo intentaron antes los dirigentes políticos y casi ninguno lo logró. Temo que va a pasar lo mismo y que se comprobará en las próximas elecciones tanto a nivel general como municipal. Puede que sobrevivan personas que sean y se presenten bajo las siglas de Ciudadanos, pero la formación como tal, capaz de influir en las decisiones de los otros partidos “ de gobierno”, va camino de la desaparición. Quedarán como eternos lemas de campañas las aparentes dicotomías entre socialismo y liberalismo cuyas fronteras se han ido borrando en los últimos 200 años.