Podía haber cambiado de Gobierno y prescindir de los representantes de Unidas Podemos y de su vicepresidenta segunda. Podía haber rebajado el número de ministros, incluídos los del PSOE. Podía haber dimitido y que un sustituto o sustituta, aprovechando la actual composición del Congreso, buscara una investidura con mayoría absoluta y llegar, de esa forma, hasta el final de la Legislatura. Podía haber cargado las culpas sobre los perdedores, pero su presencia en la campaña y la sucesión de medidas sociales lanzadas día tras día e imposibles de cumplir hacían que esa vía fuera imposible.
Le esperaban siete u ocho meses de luchas internas en el Gobierno con una ferocidad inusitada. Le esperaban ataques dentro del PSOE hacia su persona desde los cuatro puntos cardinales. Le esperaba una crítica aún más dura desde la derecha del PP de Núñez Feijóo y la derecha del Vox de Santiago Abascal. Y tendría que tomar medidas le gustara mucho o nada.
Unidas Podemos es un estorbo para el presidente. Lo era y lo iba a seguir siendo. La operación de camuflaje ideológico de Yolanda Díaz y Sumar ha fracasado. Se ha sentido acorralado, sin apenas cartas con las que jugar a este mús político en el que estamos. Eso explica el órdago. Quiere que toda la izquierda le convierta en el salvador frente a la derecha endurecida, como si lo pasado el domingo no contará para el futuro, y al mismo tiempo ha acortado los plazos de celebración de la victoria del PP y de Vox. Volvemos a estar en campaña y lo pasado, pasado está.
Si vuelve a equivocarse o si le han obligado a equivocarse dejará a la derecha en el poder durante ocho años y tendrá que ser otra persona la que recomponga el socialismo de nuevo y entierre la pesada herencia que le dejará. Con el hundimiento global de la izquierda española en general y de sus representantes más públicos y notorios (que se sientan en el Consejo de Ministros) se demuestra que España está hasta de experimentos ideológicos y de promesas que sabe que no se pueden cumplir y menos en el tiempo que queda de Legislatura.
No hay tiempo para que convoque un Congreso Federal. Podría logra que se convocara de forma extraordinario, pero entonces se someteria a votación interna y a un castigo interno, con la posibilidad de tener que salir de la política, esta vez sí, por la puerta falsa, sin posibilidad de regreso. Así, con la disolución del Parlamento, deja su destino en manos de los ciudadanos, no de los militantes del PSOE. El mensaje de este próximo mes y medio va ser éste: yo represento la democracia progresista y social frente a la derecha dura y conservadora, olvídense de las siglas y elijan entre Feijóo y Sánchez.
Si pierde, que es lo más posible, puede hasta soñar con que el candidato del PP, con el apoyo de Abascal e incluso de algúna otra formación pequeña, no consiga la mayoría absoluta y que aparezca un voto negativo en el Congreso que obligue a nuevas elecciones. Dos meses más de incertidumbre, de desgaste del país y de presidencia europea.