La política actual es un arte y no una ciencia exacta por lo que siempre son más importantes las formas que el fondo. Eso y la capacidad de un dirigente para convertirse en una estrella social, en un líder carismático como se denomina generalmente al hombre o la mujer que lo consigue, ya sea Felipe González en 1982 al conseguir que le votaran más de 10 millones de españoles o Margaret Thatcher en 1979 cuando logró ser la primera ministra de un gobierno europeo con más de 13,6 millones de votantes británicos.
Cuando fallan las formas, la imagen o la estrella, las elecciones se convierten en una disputa gris en la que prima la figura del perdedor, como le ocurrió a Zapatero cuando Mariano Rajoy le ganó en 2011 o lo que está ocurriendo en esta campaña electoral en la que lo único que se va a dilucidar es si Pedro Sánchez pierde y Feijóo se alza con la victoria a los puntos.
Lo mismo podríamos decir del resto de partidos con unos líderes de Podemos muy desgastados o a la fuga y un proyecto más personal que real de una Yolanda Díaz por hacer un partido personalista con el que ya fracasó en 2019 Manuela Carmena en Madrid.
A la vicepresidente segunda le están fallando las formas y solo una “victoria” in extremis de su candidatura el 23-J –que sus escaños le diesen la posibilidad de repetir el gobierno de coalición con Sánchez- le permitirían alcanzar el estrellato político.
En el Partido Popular siguen rigiendo las tesis de Rajoy de que son más importantes las siglas que los candidatos y por eso prefieren al gris Feijóo que a la estrella en ciernes de Isabel Díaz Ayuso a quien los políticólogos (una especie de comentaristas al estilo de los que hablan de fútbol o del corazón) le darían sin duda casi una mayoría absoluta de ser ella la candidata que se enfrentara a Sánchez.
En el PSOE no hay estrella en ciernes, ni se la espera, por lo que el maquiavelo Pedro Sánchez tiene todas las posibilidades de que incluso en el caso de perder y no poder formar gobierno, siga mandando en el partido a la espera de que lleguen las próximas elecciones, como también hizo Rajoy tras frenar las pretensiones de la estrella Esperanza Aguirre, en 2008. Hay Sánchez para rato, por lo menos hasta 2027.